Miles de manifestantes anti-Donald Trump, incluyendo muchos grupos pro-inmigrantes, realizan una manifestación fuera de una propiedad de Trump en Nueva York, el 13 de noviembre de 2016. Foto: AFP
Para los inmigrantes que viven en EstadosUnidos sin un permiso de residencia, la noche electoral se convirtió en pesadilla: la seguridad que esperaban de una victoria de la candidata demócrata Hillary Clinton se desvaneció con la elección de Donald Trump.
La campaña del republicano destacó por sus amenazas de deportación a los 11 millones de indocumentados del país, así como los insultos a los migrantes mexicanos a los que llamó criminales y violadores, además del muro que prometió construir en la frontera con México.
Sin embargo, los latinoamericanos afectados no piensan en rendirse, sino todo lo contrario: en las redes sociales lanzaron una campaña con el hastag #HereToStay, algo así como “estamos aquí para quedarnos”.
Los latinos están dispuestos a defender sus logros sin concesiones, asegura Marielena Hincapie, que encabeza la organización estadounidense National Immigration Law Center, que trabaja por los derechos de los migrantes. “Estamos dispuestos a hacer frente a Trump”, añade Betty, una activista de Arizona. “No son sus EstadosUnidos, son nuestros Estados Unidos y nosotros hacemos que sea un país mejor”.
La activista cubano estadounidense Gabriela Noa Betancourt está convencida de que los latinos seguirán ampliando su poder político. “Formamos parte de este país y no nos marcharemos”, asegura. “Sí, se puede”, añade. “Yes, we can”.
Menos combativa se muestra Miriam, una joven mexicana de 26 años que vive en Estados Unidos desde los 10. Hasta el miércoles 9 de noviembre tenía mucha confianza en su futuro, a punto de comenzar su primer año como estudiante en la renombrada Universidad de California en Los Angeles, UCLA, después de que las autoridades le concedieran un permiso de trabajo.
Miriam, que no tiene sin embargo permiso de residencia, quería enseñar inglés a otros migrantes, ayudarlos a aprender la lengua. Pero entonces Trump ganó las elecciones, tras una populista campaña, y todo se convirtió en incertidumbre. “No conozco ningún otro lugar”, cuenta con lágrimas en los ojos. “Si tuviera que volver a mi país de origen no estaré en casa”.
La joven no quiere mencionar su apellido, por miedo a una deportación. Miriam es una de las en torno a 728 000 migrantes que carece de los papeles válidos para residir en el país, adonde llegó cuando era una niña y que hasta ahora estuvo protegida de la deportación gracias a un decreto del presidente Barack Obama. Pero Trump amenazó en la campaña electoral con revocar esa orden ejecutiva, conocida como Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA). “He oído que Trump quiere volver a unir el país”, dice Miriam. “Pero, ¿cómo quiere hacerlo si trata de forma tan inhumana a los inmigrantes?”.
Antes de las elecciones, los analistas confiaban en que el creciente grupo de latinos impidiera la llegada a la Casa Blanca del “outsider” e inexperimentado candidato. Pero eso no ocurrió. Mientras la cuota de población de habla hispana alcanzó un récord en la votación adelantada, se estancó durante la jornada electoral, dejando la participación total de los latinos en un 11 por ciento, un cambio mínimo desde 2012. Y pese a la retórica antimigratoria de Trump, el 29 por ciento de los latinos votaron por el republicano, según las encuestas.
Pese a todo, ese colectivo tuvo un peso crucial en estas elecciones: el estado de Nevada envió a la primera latinoamericana al Senado estadounidense, con Catherine Cortez Masto.
En Arizona los votantes impidieron un nuevo mandato de Joe Arpaio, el sheriff republicano del distrito de Maricopa conocido por su mano dura contra la inmigración ilegal y sus redadas contra decenas de miles de migrantes.