Un grupo de infantes pidió prestado 30 mesas y sillas de un aula, cuyas puertas y paredes quedaron destruidas. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Tienen miedo. Vieron cómo se derrumbaron sus casas y la escuela, a donde estaba previsto que regresen los primeros días de mayo.
En el recinto La Chorrera, a 10 minutos de Pedernales, los días se tornaron sombríos para al menos unas 400 familias.
Desde el terremoto han improvisado hogares con plástico y caña, pero con las lluvias el suelo se transforma en un lodazal, en donde hay niños jugando descalzos.
Kelly Canchingre, de 10 años, y su hermano Frixon, de 11, ya tenían listos sus cuadernos y zapatos nuevos para retornar a clases. Pero con el derrumbe de su vivienda perdieron todo, incluso, los cuentos y libros, que a Kelly le gustaba leer.
Por ahora ayudan en tareas domésticas en una especie de albergue, que se improvisó a la entrada de esta zona rodeada de bosque primario.
Tras 28 años de que se abrieron sus puertas, la Escuela Carlos María de la Condamine colapsó. Ahí asistían 380 niños.
De 10 aulas que habían solo cuatro están en buen estado y otros dos espacios ya no valen.
Frente a esta situación, su director, Washington Robles, explica que los pequeños no quieren volver a clases, están asustados y hasta ayer no llegaba ningún psicólogo. “Hay el ofrecimiento de que la ayuda psicológica y las aulas móviles llegarán desde el lunes, que se inician las actividades socioemocionales y recreativas”.
Pero insiste en que no hay condiciones para empezar, la infraestructura debe ser demolida; de 15 maestros, 10 no se sabe si regresarán; ellos arrendaban viviendas, pero se derrumbaron. Si les instalan una carpa requieren de seguridad, pues tras el terremoto han sido víctimas de saqueos en los cuatro barrios de esta localidad.
Los pescadores que viven cerca del mar, por ejemplo, no se mueven de sus casas, por cuidar lo poco que les quedó.
Fernando Peña tiene tres pequeños, la primera, de 12 años, estaba de vacaciones en Quito, por lo que no sintió el sismo, pero ya se enteró que robaron toda su ropa y su escuela está destruida. Al segundo, de 5 años, lo enviaron a la capital a que reciba terapias, no quería comer y solo lloraba pensando que la tierra volverá a temblar.
“Están traumados” es la frase que se ha vuelto común entre los padres. Ana Lucía Canto tiene dos infantes, de 7 y 5 años, que lloran al primer movimiento y no quieren estar en el albergue. Extrañan su casa.
La Chorrera no es la única zona, que se quedó sin centro educativo. El alcalde de Pedernales, Gabriel Alcívar, informó que hasta el 23 de abril se cuantificaron en todo el cantón 9 instituciones destruidas y 5 afectadas, de 168 que están en evaluación. Robles tiene esperanza que para el 4 de julio ya tengan una solución y se retomen las clases.
Educación
El centro de enseñanza básica colapsó tras el terremoto y los pequeños requieren de ayuda psicológica