Redacción Espectáculo Si hubiera que definir el concierto de la banda estadounidense Korn en una sola palabra, esta sería energía.
La banda empezó su concierto a la 20:35, en un coliseo Rumiñahui donde la gente no paró de saltar ni de elevar sus puños al ritmo de nuevo metal.
La mayor parte de gente no pasaba de los 25 años, aunque se podía encontrar de todo. Muchos se acercaron a un stand ubicado en el corredor del Coliseo para comprar llaveros, chompas con capucha o camisetas con el logo de la banda.
A las 21:45, el potente sonido de las guitarras, el bajo y la batería desapareció. Toda la gente se unió en un solo grito como si se tratase de un medio para descargar su euforia.
A los fanáticos de Korn no les había bastado con escuchar a sus ídolos de los noventa interpretar temas como Freak on a leash,Blind, Right now, Somebody someone Falling away from me, Coming undone o su tributo a Queen al presentar un interludio de We will rock you.
Se quedaron con ganas de más y por eso insistieron en que la banda vuelva al escenario. Luego de gritar por un rato “Olé olé olé olé Ko-oorn, Ko-ooorn”, la banda respondió a su pedido de más con uno de sus sonidos característicos: el de la gaita escocesa. En esta parte del show sonó el tema Clown y la euforia que había marcado todo el concierto parecía estar intacta.
Durante todo el espectáculo, la vibración que usualmente provoca la potencia del sonido no fue la única razón del movimiento constante que se sintió. La gente y sus saltos y su baile frenético, e incluso su llanto, agudizaban esa sensación de pasión generalizada usual en un concierto. Got the life cerró el concierto de Korn a las 22 00. Las luces se prendieron después de que el baterista, el último en despedirse, dejó el escenario. Los fanáticos, peinados con trenzas como algunos músicos, salieron del conformes. Fue una hora y media de concierto.