Redacción Espectáculoespectaculo@elcomercio.comSi hubiera que definir el concierto de la banda estadounidense Korn en una palabra, esta sería energía. Ayer empezó su concierto a las 20:35, en un coliseo Rumiñahui donde la gente no paró de saltar ni de elevar sus puños al ritmo de nu metal.La mayor parte no pasaba de los 25 años, aunque se podía encontrar de todo. Muchos se acercaron a un stand ubicado en el corredor del coliseo para comprar llaveros, chompas con capucha o camisetas con el logo de la banda.A las 21:45, el potente sonido de las guitarras, el bajo y la batería desapareció. Toda la gente se unió en un solo grito como si se tratase de un medio para descargar su euforia. A los fanáticos de Korn no les había bastado con escuchar a sus ídolos de los noventa interpretar temas como ‘Freak on a leash’, ‘Blind’, ‘Right now’, ‘Somebody someone’, Falling away from me’, ‘Coming undone’ o su tributo a Queen al presentar un interludio de ‘We will rock you’. Se quedaron con ganas de más y por eso insistieron en que vuelva al escenario. Luego de gritar por un rato “Olé olé olé olé Ko-oorn, Ko-ooorn”, la banda respondió con uno de sus sonidos característicos: el de la gaita escocesa. En esta parte del show sonó el tema ‘Clown’ y la euforia que había marcado todo el concierto parecía estar intacta.Durante el espectáculo, la vibración que usualmente provoca la potencia del sonido no fue la única razón del movimiento constante que se sintió. La gente y sus saltos y su baile frenético, e incluso su llanto, agudizaban esa sensación de pasión generalizada usual en un concierto.Got the life cerró el concierto de Korn a las 22 00. Las luces se prendieron después de que el baterista, el último en despedirse, dejó el escenario. Los fanáticos, peinados con trenzas como algunos músicos, salieron del coliseo conformes. Fue una hora y media de concierto.El lunes, el grupo paseó en Quito
Korn llegó la noche del domingo a Quito, aunque estaba previsto que su arribo fuera el lunes. Algunos de los integrantes aprovecharon para dar un paseo por el Centro Histórico. Afuera del hotel Le Parc, donde estuvieron hospedados, hubo muchos fans. Los músicos bajaban a ratos para firmar autógrafos y tomarse fotografías con ellos.Pero su paseo por sitios como la Plaza Grande, la plaza de San Francisco, El Panecillo y La Basílica del Voto Nacional fue muy tranquilo. Porras asegura que no se cruzaron el camino con ningún fan, ni siquiera cuando el grupo fue al Mercado Artesanal de La Mariscal para comprar algunos recuerdos para llevar consigo. Parra cuenta que disfrutaron del paseo porque les gusta el arte religioso, y aprovecharon para tomarse fotos. En el blog de la banda aparecieron enseguida fotos de su paseo. En una, aparece un integrante al pie de El Panecillo, juntando sus manos y mostrando los tatuajes de sus brazos.‘Munky’, quien no fue al recorrido turístico, fue al restaurante Sur, de comida argentina, para almorzar. A Parra le ha gustado trabajar con la banda. “Son personas excelentes. Son muy respetuosos, ni dicen malas palabras (ríe). Son muy sencillos y generosos”. La banda pasó ayer en el hotel, salvo su salida en la tarde para hacer la prueba de sonido antes del concierto.