Los comerciantes formales venden sus productos en estas casetas de metal. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Unas 1 000 plazas para reubicar a comerciantes autónomos se abrirán a través del programa KiosQuito. Para acceder a un cupo, los comerciantes pueden inscribirse en el sitio www.quito.gob.ec hasta este miércoles 17 de julio del 2019.
Unos 800 de esos cupos corresponden a puestos que ahora están desocupados en los 56 mercados que hay en la ciudad. El plan es darles nueva vida y atraer a los turistas con una oferta temática, según la tradición de cada sector. Además, se busca mejorar la seguridad en sus alrededores y así conseguir que la gente acuda a hacer sus compras a precios justos.
Este proyecto municipal está en manos de las secretarías de Inclusión Social, de Territorio y de Seguridad, las agencias metropolitanas Distrital de Comercio y de Control, en coordinación con el despacho del alcalde Jorge Yunda.
Gabriela Quiroga, titular de Inclusión, dice que la única vía para inscribirse es en línea y que se dará preferencia a los grupos de atención prioritaria y a quienes puedan probar que pertenecen a asociaciones de comerciantes o que alguna vez tuvieron algún tipo de documento o registro municipal.
Sin embargo, Carlos Castellanos, de la Federación de Comerciantes Minoristas y de los Mercados de Pichicha, considera que en su mayoría quienes se están inscribiendo no son comerciantes informales, porque ellos usualmente no saben cómo manejar una plataforma por Internet.
En su gremio hay unas 2 500 personas y los dirigentes calculan que 30% está interesado en participar. La acogida no es masiva, dice, porque no hay claridad sobre cómo funcionará el KiosQuito, bajo qué normativa o si tendrá costo.
La informalidad se ubica a lo largo y ancho de Quito, es una población flotante. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Según Castellanos, el Municipio olvidó hacer un censo de comerciantes como base. “Es una buena propuesta, pero el objetivo no se cumplirá porque hay vacíos legales y se desconoce la realidad del comercio minorista”.
El año pasado se hizo un censo que reveló que en Quito hay alrededor de 9 000 comerciantes informales, pero es una población flotante que no trabaja en un punto fijo y que varía por la migración, dice Quiroga.
Agrega que este es un plan para empezar con la formalización del comercio autónomo y que se hizo una evaluación donde se revela que los vendedores pueden acceder a la plataforma con ayuda de funcionarios municipales en las administraciones zonales, en puntos de información habilitados en Quitunes o incluso con guía en cibercafés.
Aún no se conoce el diseño de las casetas, pero Quiroga adelanta que serán con facilidades de acceso para personas con discapacidad o de la tercera edad y que podrían tener servicio de wifi y funcionarían con energía solar. En principio no tendrían costo.
Está previsto que en los siguientes años se activen otras fases del proyecto para organizar las ventas en las calles.
Sin embargo, este no es el primer proyecto de este tipo. En el 2000, el exalcalde Paco Moncayo tomó la posta de una negociación con comerciantes que se inició en la Alcaldía de Roque Sevilla. Moncayo recuerda que estudió el caso y decidió darle continuidad, pero con un enfoque diferente.
En esa época -dice- había decenas de grupos cooptados por políticos. “Les hice notar que no podíamos llegar a los 25 años de patrimonio con 10 000 personas tomadas las calles”.
La noche del 23 de mayo del 2013, los comerciantes se mudaron a los 11 centros comerciales del ahorro y luego se instalaron casetas estándar en varios puntos de la ciudad, salvo el Centro Histórico, en donde hubo modelos más pequeños, acordes a la estrechez de sus calles. Además se ordenó el comercio en parques como El Ejido o La Alameda. “No le regalamos a nadie, pero les facilitamos créditos y dimos garantías”, señala Moncayo.
Eugenia Peralta conserva esa caseta en la av. Patria y Juan León Mera. No recuerda cuánto le costó regularizar el trabajo que realiza hace más de 30 años, pero sí que hubo facilidades de pago y un contrato.
Afirma que ahora hay menos clientes porque las paradas de buses fueron reubicadas. Ella paga USD 7 mensuales por la caseta que reemplazó al charol en que ofrecía dulces. Además, cuenta que tiene otras obligaciones económicas, como patente, impuestos, etc.
Cerca, Fanny Acurio trabaja desde hace más de un año, no conseguía trabajo, así que le compró la caseta a otro comerciante, por USD 5 000. Pero dice que las ventas son bajas. Aun así, es una fuente de ingresos y con documentos en regla.