En toda ciencia se aplica la lógica y la objetividad, pero ni siquiera las más ‘puras’ son ajenas a posiciones conservadoras, liberales o progresistas, dependiendo de la subjetividad del intérprete. En la biología se ha dicho que el ovario es pasivo y solo receptor de la vitalidad de un espermatozoide, pero otros consideran que el ovario es fuente de vida y que la pasividad no es una de sus características.
En materia de DD.HH. la posición predominante, basada en la Doctrina Social de la Iglesia, podría ser progresista. El mejor ejemplo de esa visión, frente al sistema penal y penitenciario, fue el siguiente: “Es preferible que un culpable salga libre que condenar a un inocente”. Tal interpretación tuvo sustento objetivo: el caos y la poca institucionalidad que el sistema penal y penitenciario han evidenciado en el país.
Lamentablemente, esa visión progresista terminó frustrada porque no se garantizaron los derechos de los otros actores de la sociedad, de quienes, absortos e impotentes, hemos sido víctimas de los presos -culpables o no- que salieron libres sin una fórmula de juicio y sin un ‘debido proceso’.
El Gobierno jamás dio una explicación convincente sobre eso. La justicia no ha mejorado: solo ha cambiado de manos. Hoy la mayoría de jueces cuida su cargo y no actúa contra el Poder.
La Ley de Comunicación es un ejemplo de que el supuesto progresismo del Gobierno no es real, o peor, que no tiene esa tendencia, pues debería decir: “Es preferible una prensa mediocre que coartar la expresión de un justo”, pero no lo hace.
Prefiere, al igual que lo hace con la justicia, no hacer nada de fondo, solo su control; quiere consolidar la política falaz de no rendir cuentas institucionalmente y que sus alocuciones sabatinas sean suficientes; que la ‘libertad de expresión’ la tenga el poder y no la mayoría de ciudadanos. Y, ¿quién responde por los actos del poder estatal?
El Ejecutivo olvida, por ejemplo, su responsabilidad ulterior en los adjetivos sin sustento que endilga cada sábado, por la protección a sus actuales o ex ministros sin conocer a fondo sus actos, por el endeudamiento, por decretos contrarios a las leyes, etc. Si esa responsabilidad ya está en los códigos, ¿para qué añadirla?
A todos nos interesa que se respeten las leyes y se las hagan de manera justa, pero cuando hay poca institucionalidad y no hay independencia los delincuentes son los más interesados en que se las respete y los tiranos en que se las hagan a su medida.
Cuando las leyes se hacen o aplican en la ciencia del Derecho sin una ‘razón de corrección’, es decir sin lógica, y no se las contrasta con un escenario ideal donde la gente se beneficie, simplemente son falsas.
Columnista invitado