Olga Imbaquingo Revelo
Corresponsal en Nueva York
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Sonia Sotomayor ha hecho camino al andar y ya es jueza de la Corte Suprema de EE.UU. Su confirmación tiene una carga simbólica e histórica para las mujeres, para los latinos y para la clase trabajadora. A esos tres grupos se pertenece la hija de un matrimonio de inmigrantes portorriqueños.
HOJA DE VIDA
Sonia Sotomayor
Nacida el 25 de junio de 1954, se desempeñó hasta el jueves como jueza federal del Segundo Circuito de Cortes de Apelaciones de EE.UU., en Nueva York.
En mayo de 2009, el presidente Barack Obama anunció el nombre de Sonia Sotomayor para la Corte Suprema. El jueves 6 de agosto, fue confirmada para el cargo por el Senado.
Durante la semanas en las que Sotomayor se enfrentó al proceso de confirmación, salió a la luz la vida de una mujer que es “absolutamente impecable”, según dijo la senadora Dianne Feinstein.
Nació y creció en la barriada pobre del Bronx y demostró que quiere ser diferente a través de los estudios. Su madre Celina, quien tras la muerte de su esposo se ganó la vida como enfermera, fue el mayor apoyo para sus dos hijos, Sonia y Juan. Los privó de juguetes, pero no de los textos de la Enciclopedia Británica ni de la pensión para que estudien en Blessed Sacrament School.
“Mi madre tenía un énfasis que rayaba en el fanatismo cuando hablaba de la importancia de la educación. ‘No me importa lo que quieran ser, solo háganlo bien”, nos decía. “Todo lo que soy se lo debo a mi madre y solo soy la mitad de lo que es ella”, dijo Sotomayor el día en que el presidente Barack Obama la presentó al país como la nominada para la Corte.
A los 9 años, la nueva jueza se quedó huérfana de padre y dos años antes le diagnosticaron diabetes mellitus. Desde entonces es parte de su rutina medirse el nivel de glucosa e inyectarse insulina. Así lo ha hecho durante 47 años. Ahora tiene 55 años.
En 1972 llegó a la Universidad de Princeton y más tarde a la de Yale, en tiempos que los latinos se contaban con el dedo de la mano en esas universidades y el origen étnico era un óbice para calzar a la perfección en la atmósfera estudiantil, de mayoría blanca.
Ella, al igual que Obama o el Fiscal General y la Secretaria de Trabajo, es el resultado de la apertura de par en par que dieron las universidades a las minorías, a finales de los años sesenta.
Solo había una opción para destacar: estudiar. Así lo hizo y llega a la Suprema con fama de ratón de biblioteca. Los resultados fueron tangibles: graduada con honores y editora del periódico legal de la Escuela de Leyes de Yale.
También es la primera latina que llega a lo más alto y la primera que llega a la Corte Suprema con una vasta experiencia en el estrado. Pragmática y ecuánime son virtudes a su favor, según sus conocidos, pero a los ojos de los opositores es una “activista latina”.
Para Sotomayor, en cambio, como lo dijo en 1992, las cortes a menudo son “el último refugio de los oprimidos”, y ser juez es como “meterse a un monasterio”.
Su hermano Juan, quien es médico, dijo al periódico The Post-Standard la clave de su ascenso: “Lo crean o no, soñamos con algo así desde el principio. Para mí no es sorpresa que Sonia haya llegado hasta allá. Mi mamá nos hizo soñar en grande”.
“Sotomayor ya tenía hecho su nombre en Nueva York antes de ser nominada”, anotó Cecilia Salvatierra, quien dirigió un programa para los adolescentes. “Bastaba que ella invitara para que los abogados más poderosos de la ciudad aceptaran participar en los talleres para introducir a los chicos en un ambiente distinto al de sus barrios”.
“Sonia se involucró de lleno en el proyecto juvenil. A los chicos los hacía preparar la defensa de un caso hipotético. Ellos se divertían y ella ayudaba a reducir las barreras sociales y profesionales. Tenía un incansable consejo: “No tengan miedo ni vergüenza de pedir ayuda, siempre pregunten”, recuerda Salvatierra.
En su vida privada ha sido una jueza que se “casó” con su profesión, aunque también estuvo unida en matrimonio con Kevin E. Noonan, durante siete años.
Algunos la califican de “temperamental” porque su genio se altera ante la improvisación y falta de preparación de los abogados que defienden un caso. Hoy Sotomayor jura como integrante del más alto Tribunal de EE.UU.