Luego de 115 días de estar del otro lado, de no usar mandil blanco, sino de convertirse en otro paciente del Hospital Carlos Andrade Marín -que dirige- Juan Páez salió con el alta, la mañana de este viernes 16 de octubre del 2020.
Venció al covid-19, sobrevivió al letal virus, que en esa misma casa de salud ya se llevó al intensivista Ricardo Arteaga y al ginecólogo Víctor Hugo Irazabal. “Ellos eran por lo menos 10 años menores. Conocer de su muerte me ha llenado de un dolor profundo, es terrible que yo me haya salvado y ellos no, siendo más jóvenes”, comenta el cardiólogo de 67 años.
Pese a estar en el grupo de los adultos mayores, población considerada vulnerable a este tipo de coronavirus, él nunca pensó en dejar de acudir al hospital. “Imagínese, en plena emergencia sanitaria había mucho trabajo. Teníamos que organizar las áreas para los pacientes contagiados y cuidar las de los otros servicios; ampliar las salas de terapia intensiva; abastecernos. No podía declararme vulnerable y abandonar a mi equipo. He trabajado en el Andrade Marín, mi hospital, desde los 20 años, como interno y como residente y posteriormente como tratante, hasta que en el 2014 me jubilé”.
¿Cuándo supo que estaba infectado? El doctor Páez recuerda que el miércoles 17 de junio obtuvo el resultado positivo de la prueba PCR. Siempre tuvo en mente que era una posibilidad, pero no imaginó que cuatro días después estaría grave. Le contaron, que el 21 de junio, fecha en la que en Ecuador se celebra el Día del Padre, sus hijos llegaron a su casa para un festejo, ya que él vive solo. Pero se encontraron con que su papá estaba inconsciente, fue trasladado de urgencia al Andrade Marín.
El doctor tiene cuatro hijos: Renata, Diego y María del Carmen, de 28, 30 y 32 años. Su hija mayor, Mónica, tiene 45 años. Todos ahora están tranquilos, pidiéndole que se cuide, para que se recupere pronto, con los cuidados de casa.
“Al Hospital Carlos Andrade Marín le debo toda mi formación. Por eso el 4 de abril del 2017, con mucho gusto, acepté la designación del presidente Lenín Moreno, quien me encargó dirigirlo. En estos días el Primer Mandatario ha tenido la delicadeza de enviarme una carta con sus saludos. Agradezco que me haya ratificado en el cargo, agradezco a los asesores y más que nada a todos los profesionales, que cada día hacen todo por salvar a nuestros pacientes”.
Páez no recuerda cómo llegó al hospital, el 21 de junio, ni lo sucedido en los días posteriores. Todo lo que sabe se lo han contado. Simplemente en la segunda semana de septiembre se despertó y Dianita, una persona que lo ayuda en su casa, estaba junto a él. “Me dijo ‘doctor buenos días’. Y yo no sabía qué pasaba, en qué mes del año estaba. Me contaron que me sacaron a Neurología y mi hija Renata con mi yerno me han visto, pero me he puesto mal, he estado agonizando. El doctor Miguel Moreira y la doctora Anabela Cifuentes han improvisado una cama de terapia intensiva. Me han ayudado con tres electrochoques. Así me han salvado y luego nuestras enfermeras y los fisioterapeutas lograron que me ponga mejor. Pero no fue todo: tuve una intervención más; por tantos días acostado se me ha formado una escara y me colocaron un injerto grande; hubo una complicación suprarrenal, pasé con alimentación parenteral (a través de la vena). Ahora estoy en casa, rehabilitándome. Son 115 días exactos hospitalizado. He vuelto a la vida gracias al trabajo profesional de la gente de mi amado HCAM”.
El doctor Juan Páez quien estudió en la Universidad Central y en el Instituto Nacional de Cardiología de México. Resalta la labor de los hospitales del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, del HCAM durante la pandemia. “En el HCAM tenemos 48 camas para terapia intensiva y todas están ocupadas. Yo no me confío mucho por la disminución de pacientes en hospitalización. La pandemia del covid-19 no ha pasado. Hay que mantener los cuidados, no podemos dejar de lado ese rebrote en Europa. Lo que hacemos ahora repercutirá en noviembre. Solo espero que para entonces no tengamos una situación crítica. A todos los médicos del HCAM les digo ‘Dios les pague, sigamos con esa misión que tenemos como médicos, somos incondicionales, nos sacrificamos. Pensar en todo lo que han hecho por la población y por mí me hace sentir ganas de seguir con vida'”.