Para Richard Guaillas, de Loja, fue complicado aprender a moverse en Quito. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
En común tienen, por ejemplo, que asisten a universidades que quedan lejos de sus casas. Además, que son los primeros de sus familias en cursar el tercer nivel de estudios, sus padres no pasaron de la primaria. Y, sus madres reciben el Bono de Desarrollo Humano.
Richard Guaillas nació en la parroquia San Lucas, del cantón Loja, en la provincia del mismo nombre. Henry Carreño es oriundo de El Empalme, en Guayas. Ambos tienen 22 años. Son parte del 21% de la población ecuatoriana considerada joven, es decir, 3 043 513 personas de entre 18 y 29 años, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
El dato viene a lugar porque el 12 de agosto se conmemora el Día Internacional de la Juventud. La fecha está marcada en el calendario de celebraciones de las Naciones Unidas desde hace 17 años, en 1999.
Estos jóvenes buscan cambiar su vida, salir del círculo de la pobreza. En ese objetivo, sus familias se ayudan con el cobro del Bono de Desarrollo Humano (BDH), lo cual también les ha permitido ser beneficiarios de la beca BDH, para desarrollar sus estudios universitarios.
¿En qué consiste? Es parte del Programa de Becas Nacionales Eloy Alfaro, para grupos de atención prioritaria o excluidos, para garantizar su acceso, permanencia, movilidad territorial y egreso del sistema de educación superior. Se puede postular hasta el 31.
Quienes acceden a esa beca reciben un salario básico unificado al mes (USD 366). Este programa nacional cuenta actualmente con 5 095 becarios, según datos del Instituto de Fomento al Talento Humano, recogidos hasta el 30 de junio.
Guaillas es el primero de cuatro hermanos. Los otros son Henry, de 19 años; Diana, de 17; y Lucía, de 14. Su madre Margarita Guaillas se dedica a los quehaceres domésticos. Lo crió su padrastro, quien trabaja en agricultura y en construcción.
“Mi objetivo siempre fue estudiar para tener un mejor futuro. Esta ayuda del Gobierno nos da una mano a quienes deseamos salir adelante”, cuenta el joven y añade que su mamá ha tenido la voluntad de apoyarle, pero no los recursos. “Si no hubiera contado con la beca, habría conseguido un trabajo, pero la ‘U’ es difícil”.
Guaillas cursa el tercero de nueve semestres de la carrera de idiomas en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad Central, en Quito. Quiere obtener una licenciatura y ser profesor de inglés. En estos días ha estado ‘a full’, en etapa de exámenes. Sus promedios no pueden bajar de 8 sobre 10 puntos. Él paga USD 150 por el arriendo de un cuarto por el parque El Ejido. También, invierte el subsidio en comida e implementos educativos.
“Trato de esforzarme al máximo para que no me quiten la beca”, apunta. Se siente en desventaja con sus compañeros. No tiene bases en el aprendizaje de inglés, además algunos se costean un curso extra. “En la escuela no recibí inglés, en el colegio un poco”, comenta. Por eso tratará de tramitar un cambio, para pasarse a la Universidad Nacional de Loja y ahorrarse los gastos de vivienda y utilizarlos en un curso extra.
En el sistema de educación superior hay 736 000 estudiantes; 136 000 jóvenes más se matricularon entre el 2006 y 2014. Eso dice René Ramírez en el libro Universidad Urgente, presentado en julio de este año. El titular de la Secretaría de Educación Superior anota además que uno de los mayores logros del Gobierno ha sido “la democratización en el acceso” a este nivel de estudios.
La política de becas que favorece a los grupos históricamente excluidos es la clave, según Ramírez. Así, actualmente uno de cada dos ecuatorianos que ingresa a la universidad proviene de una familia en la que ni padre ni padre asistieron a ese nivel educativo. Son aproximadamente 100 000 estudiantes. En el texto también se señala que la probabilidad de ser primera generación que ingresa a la universidad fue cuatro veces más alta en el 2014 frente al 2006. La matrícula de los dos quintiles más pobres se ha duplicado.
Es el caso de Henry Carreño, quien llegó a Guayaquil. Luego de rendir el Examen Nacional para la Educación Superior en febrero del 2012 trabajó hasta octubre de ese año, cuando se abrió el curso de nivelación para la carrera de Ingeniería Ambiental. Va en el séptimo semestre y son 10.
Si no hubiera obtenido la beca por el Bono de Desarrollo Humano que recibe su familia no sabe si seguiría estudiando. Sus clases son de 07:00 a 19:00 en la Universidad Estatal de Guayaquil, con pocas horas huecas. Paga por un lugar para vivir en el Guasmo Sur. Su padre vende frutas. Tiene dos hermanas de 17 y 13 años. Su madre, ama de casa, tiene la ilusión de verlo convertido en un profesional.