‘Antes de la pandemia, los jueves o viernes con mis compañeros teníamos siempre el ‘after office’. Íbamos a sitios cerca del trabajo, en el centro norte de Quito: bares o karaokes.
Cuando tenía salida el sábado solo me quedaba hasta las 23:00 el jueves o viernes. De lo contrario, hasta esa hora permanecíamos en el bar y luego íbamos al departamento de alguno de mis compañeros. A mi casa no por la distancia.
Los viernes ya iba al trabajo vestida para la cita de la noche, con ropa casual: jean, blusa, chaqueta y, eso sí, zapatos de tacón. La fiesta en cualquiera de las casas se iba de largo hasta el día siguiente.
En mis grupos de amigos yo siempre me quedaba hasta el final, me amanecía, mientras los otros caían dormidos. Por eso me decían que yo podía ‘farrear’ tres días seguidos.
Los sábados ensayaba danza y después de eso siempre tenía alguna fiesta. Ese día era más de discoteca y baile, normalmente con mis amigos de la universidad. Usaba mis vestidos cortos y ceñidos que me gustan, hechos por mi mamá.
Yo compraba las telas, veía modelos y le pedía que me los elabore. Hace poco me di cuenta de que tengo muchas telas acumuladas que nunca llegué a usar. También zapatos de taco casi nuevos.
Es triste, a veces pienso que estos meses de pandemia son tiempo de mi vida perdido, sin disfrutar de esta edad. Es tiempo que no voy a recuperar, pero una se adapta. Quizá cuando esto se acabe ya no quiera salir como antes.
Con mis compañeros de la universidad, como se dice, nos tomábamos hasta el agua de los floreros. En mi caso esto viene de familia: la costumbre de la fiesta prolongada. Tenía tips para ser el alma de la fiesta. Por ejemplo, yo bailaba en todo momento.
Así tenía mis jornadas de dos o más días, por ejemplo en Fiestas de Quito o cuando había varios días libres que lo permitían. A la siguiente mañana sentía el clásico chuchaqui, pero se solucionaba con un encebollado.
Lo más importante era compartir con amigos. Dejar todo eso me ha golpeado. Pero he encontrado la forma de divertirme. Los fines de semana estoy con mis papás y me tomo un vino con ellos, una cerveza con mi hermana o bailo.
Nada se puede comparar a tener la compañía de nuestros seres queridos, yo he perdido a dos familiares por el covid-19. Y la pandemia implica cuidar de uno mismo, pero también pensar en los otros.
Yo me contagié y decidí dejar la casa de mis padres. Me fui a vivir sola en junio del 2020 por la pandemia, para estar cerca del trabajo.
Siempre soñé en ese momento, pensé que no pararía el fin de semana. Y ya no se puede hacer nada. Fue un bajón, pero creo que me enseñó a ser responsable.
A veces digo: ‘tengo tantas ganas de salir a bailar, de conocer gente’, pero enseguida recuerdo que ha sido un tiempo de reunirme con los más cercanos, porque antes solo era la farra y recién el domingo estaba en la casa.
Ahora hago planes con mis papis y mi hermana. Por ejemplo, desde que empezó pandemia, en días festivos hacemos una fiesta temática entre los cuatro. Preparamos todo como si fuera una celebración a lo grande. En el cumpleaños de mi mami hicimos una fiesta disco; en fin de año una con la temática de ‘La casa de papel’ y en mi cumpleaños, una fiesta con temática ‘sabinera’, porque soy bastante fan de Joaquín Sabina”.
¿Quién es?
Ella es una community manager, de 28 años, que trabaja en una entidad financiera de Quito. Actualmente labora bajo la modalidad presencial. Además, está concentrada en un posgrado y dice que no ha dejado de bailar en su tiempo libre.