Joaquín Hernández, rector de la Universidad Espíritu Santo. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Joaquín Hernández es rector de la Universidad Espíritu Santo de Guayaquil. Su estudios de licenciatura, maestría, doctorado y posdoctorado son en Filosofía.
Hernándes considera que la democracia es un medio para mejorar la vida de los ciudadanos y no un fin en sí. En ese sentido, se debe pensar qué es lo que la gente quiere para mejorar sus vidas. La izquierda ha perdido cualquier sentido de la autocrítica.
¿Cómo ha visto los análisis sobre la victoria de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil?
Ya los analistas más serios y los medios están esperando ver qué es lo que va a pasar. Entre las declaraciones del Bolsonaro candidato y que convulsionó la opinión pública y el discurso oficial de la victoria hay una distancia notable. Bolsonaro no ha vuelto a hablar de las cosas que ha dicho, más bien se muestra conciliador. Las declaraciones del que va a ser su Ministro de Economía y Finanzas, en principio, de no visitar la Argentina y decir que no se le iba a dar importancia al Mercosur, pero después se desdijo. En este momento no podemos convertir los análisis en declaración de nuestros criterios sobre lo que está bien y lo que está mal.
¿La democracia está en peligro?
¿La democracia es un medio o es un fin? Si es un medio para conseguir seguridad, igualdad, respeto a la vida y conseguir trabajo, no creo que en principio esté en peligro. Si la tomamos como una construcción ideológica, las declaraciones del Bolsonaro candidato estarían en contra de lo que creemos como democracias liberales. Pero es importante reflexionar en por qué el PT perdió. Hay una falta de reflexión de toda la izquierda en América Latina. Se están viendo los terribles destrozos que hace Nicolás Maduro en Venezuela, la corrupción que dejaron los Kirchner en Argentina, el problema de Ecuador con Correa. La izquierda no tiene el mínimo sentido de autocrítica y es curioso porque la izquierda es por antonomasia la crítica del orden establecido.
Si uno es el discurso de campaña y otra la realidad, ¿nos enfrentamos a una farsa política?
Romper una política proteccionista cerrada, abrirse a la Alianza del Pacífico y alianzas con EE.UU., sería una promesa de campaña. En cuanto a la seguridad, quizá no se resuelva dando a cada uno un revólver. Va a haber mayor control, endurecimiento de medidas. No trato de defenderlo, sino de entender por qué gente de clase media votó por él.
Es una clase en tránsito, quiere escalar aún más y el terror a la pobreza…
Lo que quiere la clase media es quela gente de ingresos bajos salga adelante y para eso sirve la democracia, que es un medio.
¿Hacia dónde transita la democracia? La ultraderecha está ganando espacios en muchos países.
El tema es cuánto se siente identificada la gente con la democracia. Los modelos de democracia que habían funcionado ya no responden a su necesidad. Si hay tres poderes independientes y me matan en la calle o roban a uno de mis hijos o pierdo mi empleo y no tengo dónde trabajar, la democracia me parecerá demasiado formal. Ese es el gravísimo problema: la democracia tiene que demostrar que sirve para esos fines. No olvidemos de todas maneras que Brasil sí tiene un poder judicial autónomo. La prueba es lo sucedido en estos últimos años. Esto va a ser un balance para poder manejar las políticas de Bolsonaro que aún tenemos que ver hacia dónde van.
El continente parece ir a la derecha. ¿Es posible un efecto dominó, como que el terreno está abonado para un fascismo en la región?
No veo eso. Si ve lo que pasa en Venezuela, el fascismo no está por venir sino que ya está aquí.
Pero si pensamos en la alternancia, la distancia del movimiento pendular se ha expandido, luego de una izquierda viene una derecha más radical…
A nivel intelectual o político podemos plantear las cosas con ideologías, pero ¿qué le interesa a la gente realmente? La democracia fue algo que podía servir para que lleve adelante sus sueños, pero hay un desgaste y no se está consolidando por ninguna parte. Creo que hay que esperar para hablar de fascismo o de una derecha que sea cavernaria, como la de Pinochet. Es que hay olas: todo el mundo se volvió socialista del siglo XXI o todo el mundo se vuelve de derecha, que es lo que aparentemente está sucediendo. Brasil casi no se mete directamente con la región, sino que está para las grandes ligas, en el BRICS.
Unasur es una idea de Brasil, que tenía serias aspiraciones en la región.
Yo no creo que el nuevo Gobierno vaya a presionar en ese camino. Lo que más va a hacer es la apertura internacional. Está pendiente lo del Mercosur. No creo que lo va a destrozar, pero sí a dar una dimensión más dinámica y abierta. En ese sentido, esos sueños van a estar bastante limitados por el comercio internacional.
¿Hay un nuevo populismo, que es desconocido en la región?
Los grandes populismos del siglo XX defendían al Estado porque todo giraba en torno al estado nacional. La pregunta que nos hacemos ahora, en cambio, es si Bolsonaro realmente pretende defender ese estado nacional o pretende insertar en el mercado internacional. Por lo cual, las cosas varían y estaríamos hablando de otra dimensión. Queda abierta esa preocupación.
Hay sectores de la derecha, como la de Gloria Álvarez, que vinculan populismo-izquierda, pero ignora, quizá a propósito, el populismo de derecha…
No es el populismo de Evita y de Perón. Estamos cambiando de populismo, Pero insisto, la gente está percibiendo que por ahí están las respuestas a sus demandas. Ese es el problema que me preocupa, porque no estamos siendo capaces de responder a una generación que gracias a los trabajos y sacrificios que se han hecho quieren un nuevo tipo de vida y quieren gozar de ella.