El general Javier Pérez, quien manejó el Ejército durante la crisis generada por las protestas de octubre del 2019, habló sobre los hechos de violencia en La Recoleta, sur de Quito. Foto: Captura de pantalla
Un mes después de que finalizaran las violentas protestas en contra de las medidas económicas, más detalles aparecen sobre lo que ocurrió en esos días y en las horas posteriores.
EL COMERCIO accedió a un video de 12 minutos con 20 segundos en el que el general Javier Pérez, quien manejó el Ejército durante la crisis, se refiere a lo sucedido.
Se trata de una intervención que la emitió en un patio del Complejo Militar de La Recoleta, en el sur de Quito, ante unos 300 uniformados. Entre ellos se encontraban oficiales del Comando de la Fuerza Terrestre.
El discurso lo emitió a las 08:00 del 15 de octubre del 2019 y dos horas después fue nombrado su reemplazo, el general Luis Altamirano.
Pérez dice, por ejemplo, que los militares actuaron con prudencia y extrema tolerancia, que los soldados ejercieron la máxima madurez profesional posible y que hubo grupos que apuntaban a desestabilizar al país.
A continuación detallamos el discurso textual del general Pérez:
“(Los hechos son) producto de un decreto que modificaba en especial el régimen que había sobre los combustibles.
Aprovechando de esta circunstancia, primero (fueron) los transportistas (los que protestaron). Inmediatamente (lo hizo) el sector indígena y campesino. Pero cuando (ellos) llegaron a Quito, otros elementos se juntaron.
Pero estos elementos ya no estaban con la intención de hacer llegar sus preocupaciones por las medidas que se habían tomado. Claramente se advertía, en sus intenciones y sobre todo por la violencia con la que actuaron, que su intención era distinta. Así que no nos engañemos de que esto fue una protesta social.
Sobre esa preocupación se sumaron estos actores, con otros propósitos y estos propósitos apuntaban (a destruir) la estabilidad y al futuro del país.
Ante estas circunstancias especiales, varios decretos de Estado, que modificaron un decreto inicial de estado de excepción, se pusieron en vigencia y a través de esto las FF.AA., y en particular el Ejército, tuvo que actuar con todo lo que teníamos. Entonces, no tenemos por qué ni de qué avergonzarnos.
Dentro de esta irracionalidad que se expresó, actuamos con la máxima prudencia y con extrema tolerancia y con eso creo que hemos hecho bastante, porque precisamente quienes actuaron del otro lado, buscando generar condiciones para desestabilizar al país, querían provocarnos y aquí hemos hecho ejercicio de la máxima madurez profesional posible.
Estoy seguro que muchos de ustedes deben haberse sentido, al igual que nosotros, indignados por lo que pasó y desde luego que estamos preocupados por ese comportamiento que hasta ahora es inexplicable.
No se recuerda en la historia del país que de manera simultánea, pero también deliberada hayan atacado cinco repartos militares a la vez, en Quito y en los Valles. Eso es inexplicable.
Se identificaron elementos extraños, que no eran nacionales. Ellos estaban actuando en esta coyuntura, estaban claramente agitando e incitando.
Es penoso y preocupante saber que algunos connacionales se sumaron a esto y de manera violenta agredieron al personal militar y no conformes con eso insinuaban que se vayan a los repartos militares.
Fuimos agredidos en el Agrupamiento de Telecomunicaciones, en el Comando Logístico en la Balvina, posteriormente en la ESPE. Luego, no conformes con eso se fueron al fuerte militar San Jorge. Vinieron acá, al Ministerio de Defensa, a provocarnos y esta conducta querían que se refleje en otros lugares del país.
La extrema prudencia con la que hemos actuado hasta aquí nos deja a salvo de muchas responsabilidades y sobre todo responsabilidades históricas, así que no nos han humillado, más bien se han desenmascarado.
Sí hubo momentos difíciles: se perdió material, nos quemaron vehículos es cierto. Eso se puede recuperar, pero cuando uno cruza la prevención con las armas ya no hay vuelta atrás, solo hay un camino: emplear las armas.
Entonces, nadie sabe qué hubiera pasado luego de eso: heridos, muertos y tal vez una animadversión contra del Ejército irrecuperable como ha pasado en otros países.
Esto es lo más parecido a una acción insurreccional de masas a la usanza de los 60 o de los 80 por la violencia expresada especialmente en el parque de El Arbolito y en contra del edifico de la Contraloría.
No tiene sentido destruir los bienes públicos. Si hay una protesta social, como la que hemos pasado, hemos visto que eso no era necesario.
Se dieron facilidades para que ellos puedan expresarse. El movimiento indígena, cuando vio que este asunto era grave y se iba de las manos, marcó distancia y ahora estamos en esta pausa y no podemos bajar los brazos.
El problema no termina. Ahora hay que buscar ¿quiénes protagonizaron esto? ¿qué buscaban? ¿Qué hacen en el país? ¿Qué tipo de vida quieren inducirnos a tener acá?
Estamos aquí para defender la institucionalidad señores, no a una persona, no a un equipo.
Nos estuvimos jugando el futuro del país, porque otra cosa también era sencillo. A usanza de períodos anteriores, (podíamos dar) una rueda de prensa o una cadena nacional, para que las Fuerzas Armadas retiren el respaldo al Presidente o a las autoridades y se acababa el problema; no. Ya no más de eso.
La institucionalidad tiene caminos cuando hay problemas para solucionar y estos caminos están expresados en la Constitución y en las leyes.
Cuando juramos la bandera juramos defender la Constitución y las leyes y eso es lo que ha pasado.
Así que no faltó gente, no faltó ánimo, no faltó más dureza, más radicalización de nuestras actuaciones, no. En el interior hemos hablado y habrá espacio para seguirlo haciéndolo, analizando desde el punto de vista de la racionalidad, justo lo que no hubo con esas masas.
No había opción de diálogo con violencia, con irracionalidad. Pretendieron hacernos creer que el país está en caos, que no hay control, que las Fuerzas Armadas y que la Policía no somo suficientes y no somos necesarios.
Aquí hay una confusión que merece ser desentrañada y estudiada. ¿Cómo vamos a enfrentar o cómo vamos a responder si vuelve a ocurrir un evento de este tipo, si todavía no sabemos bien a qué enfrentamos?
Esa es la invitación para que cada uno reflexione. Quieren hacernos sentir mal, quieren hacernos sentir avergonzados, no podemos caer en ese juego.
No hay nada que lamentar, absolutamente nada que lamentar, en ningún lugar del país acerca de la actuación del Ejército. Así es que más bien sintámonos orgullosos. Aquí lo que ha prevalecido es la institucionalidad y no hemos caído en ese juego perverso al que pretendían inducirnos.
Ya se sabrá quiénes son los culpables, quiénes causaron esto y cuando nos toque diremos lo que corresponde: que se actuó con profesionalismo, porque también pudimos haber adoptado otra conducta, pero no estamos para eso.
El Estado, la Nación nos han confiado las armas, pero hay que tener la serenidad de saber en qué momento usarlas.
Lo que se ha hecho es lo que correspondía, pero también es lamentable que no hemos madurado lo suficiente para saber el daño, la letalidad que puede causar el uso de estos aparatos (muestra un celular), replicando, retuiteando, repostando información que nos hace daño, que nos intoxica, que nos envenena.
Aquí, cuando se descalifica autoridades, cuando pretenden dividirnos y nosotros replicamos eso es lo más parecido a la antropofagia, como devorarnos entre nosotros mismos y eso pretenden hacernos creer.
No podemos ser testigos o no podemos seguir el juego perverso al que quieren inducirnos y ser testigos de cómo la institución se puede destruir.
Así es que, con esto (celular) señores, con lo que se difunde, con lo que se comenta tenemos que ser muy responsables, porque este mismo mecanismo emplearon para tratar de generar caos.
La vida continúa, la Institución deberá seguir desempeñando el rol que da la Constitución.
Así es que vamos a seguir trabajando sin caer en el desánimo. Los comentarios que tienen que ver con otras instancias están de más.
Cada quien hizo lo que debió y a nosotros nos cabe la gran satisfacción de haber hecho lo que correspondía. Porque si después de que quemaron nuestros vehículos, nuestros tanques o después de que maltrataron a nuestra gente hubiéramos reaccionado con cabeza caliente este rato estaríamos recuperando algunos cadáveres y no estamos para eso.
Espero que sigamos trabajando. La gente que está empleada, que se desplegó y que está distribuida en los diferentes repartos del Ejército, está esperando a que nosotros, los que estamos aquí, hagamos la mejor gestión posible para que ellos puedan suplir sus necesidades y puedan seguir cumpliendo su misión en la frontera o en donde estén. Así que vamos a seguir trabajando con el mismo ánimo”.