Redacción Construir
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La segunda etapa del camposanto, explica José Fabara, del grupo promotor, contempla las seis salas de velatorios, la de tanatotracia (conservación de cadáveres) y los columbarios.
Cinco salas de velación estarán en planta alta y uno en planta baja. El equipamiento completa con una capilla principal, una sala de tanatotracia. La comunicación entre los ambientes se realizará por ascensores.
Hasta el momento, explica Fabara, la inversión es de USD 6 millones y el proyecto completo demandará de USD 16 millones. Cada espacio doble cuesta, en promedio, USD 1 500.
“Este es un valor muy asequible para todas las personas que viven en el sur. Y es barato para la calidad de servicios y equipamientos que ofrece y ofrecerá el cementerio, que son de primera categoría”, asevera Fabara.
Primera categoría. Ese es el quid del diseño, afirma Polo Rosero, el arquitecto que dio forma al camposanto sureño.
“Lo que se trata es de cubrir una de las falencias urbanas que tiene este populosos sector capitalino. Y hacerlo mediante un diseño atractivo pero sobrio, lleno de verde y excelentes caminerías y accesos. Por eso se planificó un cementerio clase A, que induzca a visitarlo y a visitar a los seres queridos que ahí moran”. dice convencido Rosero
En todo orden, el primer camposanto para la zona urbana sur de Quito muestra una propuesta innovadora.
No se trata de grandes cambios sino de pequeñas modificaciones adecuadas, para que sea no solo un sitio de dolorosa recordación, sino un campo propicio para la meditación y para el reencuentro personal de quienes acceden hasta él.
Para esto, la arquitectura paisajística ha cumplido un papel esencial. El camposanto será una inmensa área verde de jardines. Cada módulo tendrá su jardín. Y eso ya es bastante porque las 32,5 hectáreas están divididas en módulos de 60 x 60 metros. Cada módulo contendrá entre 1 300 y 1 400 espacios dobles. Y poseerá, asimismo, una infraestructura propia, incluidos el alcantarillado y el sistema de riego, vital para que el césped se mantenga siempre verde.
“Es más, se preservó la mayoría de árboles nativos”, explica Rosero. Eso sucede, por ejemplo, con la gran vía principal del interior del camposanto, la misma que atravesará de oriente a occidente el lugar. Este camino estará cubierto, de lado y lado, por los centenarios eucaliptos y cipreses que habitan el lugar desde que este era parte de la hacienda La Compañía, la misma que luego se transformó en la empresa Afesa, de la familia Espinosa y luego en el camposanto.
Si la paisajística es tratada con acierto, la arquitectura convencional está a tono. No rompe el esquema. Es más, sus líneas son las justas para hacer del camposanto un todo funcional y armónico. Rosero se decidió por utilizar elementos coloniales y neoclásicos y materiales tradicionales.
Por eso están las gradas de piedra, las columnas de andesita y el gran domo forrado de ladrillo, que conforma la gran cúpula que es el remate del cementerio. “Todo para que parezca que estamos en el Centro de Quito”.