Tras el sismo del sábado, los afectados se ubicaron en la parte alta de Jama, pero las autoridades piden que no permanezcan más en este lugar. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Cuatro latas oxidadas de zinc cubrían la letrina ubicada en la cima del cerro Bellavista en Jama, una de las zonas manabitas afectadas por el terremoto.
En el ambiente se percibía un fuerte olor de aguas servidas y cientos de mosquitos volaban entre la gente.
Había humedad y lodo, pues la madrugada de ayer llovió en la zona. Tras el sismo se improvisó un campamento que hasta ayer albergó a 608 damnificados de Jama y sus alrededores: 314 hombres y 294 mujeres de todas las edades.
Ellos dormían en covachas construidas con plástico y adentro había colchones.
Cocinaban entre malos olores y se veía con recurrencia cómo las mascotas deambulaban por el sitio. Por las condiciones de insalubridad, el Centro de Operaciones de Emergencia (COE) les pidió que salieran de ese lugar y se dirigieran al campamento temporal que los militares y policías construyeron ayer en el centro de la población de Jama.
También les decían que vayan a otros sectores en donde había servicios básicos para evitar posibles brotes de enfermedades. “Las letrinas se construyeron por higiene, pero hubo gente que no las usaba. Por eso, con la lluvia se propagaron los malos olores”, contó Darwin Andrade, uno de los lugareños que salió del campamento y retornó a Jama con su esposa e hijos.
El COE detectó tres albergues rurales entre Pedernales y Jama. Sin embargo, al recorrer la carretera que une esos dos cantones se observa más de 12 puntos con gente que pide ayuda en la carretera y pernocta en covachas.
Uno de ellos se encuentra en el ingreso a Chorrera, una de las playas ubicadas a 15 minutos de Pedernales. Allí, la gente indicó que tiene servicio permanente de agua en tanqueros, pero no había letrinas.
Por eso se comienzan a percibir los malos olores que descienden desde una pequeña loma. Muy cerca de allí, Sandra Cagua, de 40 años, pelaba una gallina, calentaba agua en una olla y cocinaba arroz.
Estaba preocupada porque a su hija de 23 años le dio una infección intestinal. “Necesitamos letrinas”, manifestó.
“Me dio cólicos y ganas de vomitar. Unos doctores de la Cruz Roja vinieron por aquí y me dieron unas pastillas”, señaló Roxana Sosa, de 23 años. Temía que a su hijo, de tres años, le pasara lo mismo.
Ante ese escenario, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) teme una expansión del virus zika y enfermedades como la hepatitis A; o brotes de gastroenteritis y gripe. “Es una población que ha perdido sus viviendas, más de 20 000 personas que viven en refugios están expuestas, hay que tener cuidado con el suministro de agua, el lavado de manos, las picaduras de mosquitos”, explicó a la agencia de noticias EFE Gina Tambini, representante de la OPS.
Roberto Gilces, director encargado del centro de salud de Jama, estaba preocupado por las condiciones sanitarias en los albergues rurales que la gente montó tras la emergencia. Dijo que lo prioritario es evitar las epidemias. “No hay brotes y tratamos de paliar eso. Hay atención primaria en salud y en las comunidades”.
Ayer, equipos del COE visitaron los campamentos que no tenían baterías sanitarias y les pedían que no continúen allí para evitar posibles problemas de epidemias. Pese a ello, había gente que no quería irse.
Patricia Ibarra, de 23 años, estaba en el cerro Bellavista y decidió quedarse allí junto a su hijo, esposo y suegra. Recordó que durante la emergencia lo primero que hizo fue acudir a un sitio alto para protegerse de un posible tsunami.
La casa que arrendaba se destruyó y no tenía donde ir.
Agradeció a Dios que sus hijos no se enfermaran pese a que en el campamento había olores nauseabundos.
Ante los casos de gente que no quiere irse de los albergues improvisados, Nancy Morocho, del COE, manifestó que se realizará una intervención psicológica para pedirle que salga. La idea es mostrarle los peligros a los que se enfrenta y las enfermedades que se podrían adquirir al carecer de agua potable, alcantarillado, duchas y electricidad.
“Les hacemos una invitación formal, voluntaria, no a la fuerza. Hemos conversado y trabajaremos con la gente que no quiere irse. Hay que sensibilizarse porque esto es un proceso. Debemos entender su miedo”, manifestó Morocho.
Mientras el personal del COE visitaba a los damnificados en Jama, otras personas continuaban saliendo a la carretera a pedir ayuda. También esperaban que les instalen letrinas de forma urgente.
En contexto
Hasta la tarde de ayer, la Secretaría de Gestión de Riesgo (SGR) contabilizaba 26 091 personas albergadas en todas las poblaciones que fueron impactadas por el sismo registrado el fin de semana. Hasta el jueves eran 25 362, según este organismo.