1966. Ese año, Iván Vallejo tenía 7 años. Entonces sus preocupaciones eran cumplir las tareas escolares y las órdenes de sus progenitores.
Un día de ese año, que no recuerda con precisión, el Tungurahua llamó su atención. El cielo lucía despejado y la elevación se mostró en todo su esplendor.
La imagen de la montaña generó dos preguntas en el niño ambateño. ¿Qué se sentirá estar ahí? ¿Cómo se sentirá estar ahí?
En clases, la imagen era recurrente. Por eso, en un ejercicio en las aulas, dibujó su retrato en la cima del monte Everest, con el traje de andinista y colocando la bandera ecuatoriana.
Han pasado 43 años desde esa época y aún recuerda las dos preguntas que le llevaron a indagar “hasta la saciedad” la forma de coronar la cima de una montaña.
El primer paso para cumplir el reto fue comprar un par de botas. “Me costaron 100 sucres (anterior moneda del país); yo había ganado 70 sucres como ayudante de una imprenta y mi madre me obsequió 30”.
Con esas botas trepó el Illiniza Norte, el Rumiñahui, el Tungurahua, el Carihuairazo… El gran día, sin embargo, llegó con el ascenso al Chimborazo, la montaña más alta del Ecuador (6 310 metros). Ocurrió el 23 de octubre de 1978. Agotado y acompañado del sacerdote Manuel Gavilanes, logró su primer gran ascenso.
Luego, subió el Artesonraju y el Alpamayo (en la cordillera Blanca de Perú), el monte Le Blanc (en el límite entre Francia e Italia)…
Esas elevaciones marcaron una pauta para sus posteriores ascensos. Vallejo obtuvo el título de ingeniero químico, pero dedicó sus mayores esfuerzos al montañismo. También estudió y dictó clases de fotografía, otra de sus pasiones. En la Politécnica impartió conocimientos de matemáticas.
A la par de la enseñanza, continuó con sus aventuras. Así, en 1997 inició una expedición que marcó el derrotero para trepar las 14 montañas más altas del mundo sin oxígeno artificial.
El 19 de septiembre de 1997 conquistó su primer ‘ochomil’ al llegar a la cumbre del Manaslú, en Nepal (a 8 163 metros).
Luego, llegaron las cimas del Broad Peak, el Everest (la elevación más alta del planeta con 8 848 metros), el Chogori, el Cho Oyu, el Lhotse, el Gasherbrum, el Makalú, el Kangchenjunga…
Al recordar el ascenso de esta última cima, Vallejo se contiene. Fue una expedición peligrosa y estuvo a punto de abandonarla. Hizo cuatro intentos previos y falló. Por eso, cuando llegó a la cumbre lloró. Puso la bandera de Ecuador. Algo similar se repitió el 1 de mayo de 2008. Ese día llegó a la cumbre del Dhaulagiri y completó sus 14 ‘ochomiles’, un logro que solo han alcanzado tres latinoamericanos y una docena de ‘montañeros’.
Pero Vallejo demuestra ser infatigable. Este año inició el proyecto Somos Ecuador, para subir más montañas. ¡Todo un tractor!