ITT: ¿conservar o explotar?

Las señas son contradictorias y los discursos, fogosos. Las reservas de los inmensos campos petroleros de Ishpingo, Tambococha y Tiputini que se encuentran en zonas de naturaleza frágil y protegida y están  en el hábitat de pueblos no contactados, son una vieja ‘manzana de la discordia’.Tras el sacudón de enero pasado, que se llevó por delante al Canciller y puntal del proyecto político del Presidente, y la renuncia de reconocidos personajes que trabajaron en la iniciativa, el desconcierto fue general.La catarata de calificativos no se hizo esperar. Desde ecologistas infantiles hasta argolla ecologista fueron  los epítetos proferidos por quien ha dicho sin empacho que si se trata de dar de comer al pueblo incluso haría un ‘fricasé’ de cóndor (símbolo nacional y especie protegida).El Presidente se molestó y pensó que atentaba contra la soberanía cuando en el fideicomiso los países donantes exigían condiciones para el destino de los recursos. Entonces se nombró otra comisión que trabajó un fideicomiso que, entre otras cosas, cambió la denominación de países  donantes por el de aportantes. Mientras tanto, otra comisión explora nuevas fronteras. El vicepresidente fue a Irán y habló. Se busca apoyos de Turquía y Emiratos Árabes. Pero los estados que miraban con buenos ojos el primer proyecto no terminan de hallar explicaciones. Al mismo tiempo, el Gobierno adelanta su plan B para explotar el petróleo. Se habló de desagregar el ITT y solamente dejar bajo tierra a Ishpingo. Por ahora ya adelantan la licencia ambiental, lo cual no es  mayor cosa, para  nada menos que la Ministra de Ambiente.El tema Yasuní-ITT es una apuesta por una definición  entre el extractivismo o la tesis ambientalista, otro dilema ideológico de la revolución ciudadana.

Suplementos digitales