Ishkay Shunku son los dos corazones (o más) de una misma realidad, veraz y ficcional. Es la indagación de un artista sobre la apariencia, sobre las percepciones frente a la realidad vivida. Joven, inexperto, inocente, fresco, directo, incisivo, Diego Muñoz presenta una muestra en Arte Actual (Flacso, Quito) que merece ser visitada no solo por su experimentación plástica -son pinturas fluorescentes- sino sobre todo por la honestidad de un discurso político que nos conmueve a todos.
Todos los días, todos, salgo de mi taller a la calle. Hablo con el tendero de la esquina, la señora de los periódicos, el choro del barrio. Acá es donde me nutro; si, visito las bienales de Cuenca, veo imágenes en la red, no es suficiente, explica Muñoz en un conversatorio, me conmueven poco. Y empieza la creación de sus viñetas, de las historias de calle dispuestas en grandes lonas en donde combina la escritura de textos tipo grafiti que relatan la historia y las imágenes simples empiezan a tomar cuerpo. Así comienza a relatar sobre el inocente paseo de un muchacho de gorra por las calles de su pueblo, en pocos minutos se apagan las luces blancas, se encienden las negras, y aparece un subtexto fluorescente que descubre la otra cara de la moneda, el atraco, la venta de droga.
Colores estridentes, rasgos grotescos, marcos manchados, una enorme boca de guasón que ríe, dos ovejas que dialogan y su diálogo se convierte en una maraña de hilos, debajo una frase que se repite: “nunca más, nunca más…”; se apagan las luces, las ovejas resultan dos viejos políticos de lengua viperina, bajo su imagen el artista nos interpela con la frase: “Amas un asnu man”, más abajo una gran boca que grita, en su interior la cara central de un escudo nacional maltrecho. El juego de las identidades que se transforman vertiginosamente, del indio que deambula perdido y sojuzgado al indio que demanda; del campo de cebada al campo de marihuana, del abono natural al glifosato. Ya no son las plazas los escenarios del juego de niños, en ellas se conspira, se apuesta, se dispara…
Este joven artista nos descoloca conversando. Ha dejado atrás el mundo académico, mundo plagado de ambigüedades, escuelas de arte que jamás se consolidan, profesores poco inspiradores, se ha lanzado solo al acto creativo.
Desconozco a mi joven alumno o más bien reconozco en él una nueva generación de artistas que camina vertiginosamente más allá de lo trazado, que trasciende al poder impuesto, que se convierte en una gran voz crítica de la sociedad. Su obra puede trascender fronteras porque habla desde la glocalidad desenfadadamente. Marcelo Aguirre, curador/director de Arte Actual juega un papel único en el país, apostar por estos nuevos y frescos lenguajes que permiten tomar contacto con lo contemporáneo y actos muchas veces vedados por los poderes de turno.