EL INVIERNO Y LA CIUDAD

Las fuertes lluvias se han desatado con inusual fuerza sobre Quito. Un invierno largo ha generado un frío intenso y las consabidas congestiones vehiculares agravadas por la falta de ideas para buscar alternativas a la circulación se dan lugar en un escenario cuya fragilidad es manifiesta.

La topografía de la meseta donde se asienta Quito, con decenas de quebradas que movilizan millones de metros cúbicos de agua, no ayuda para nada. Antiguas cañadas fueron rellenadas sin criterios técnicos en el pasado y el sistema de alcantarillado no da abasto con las correntadas que bajan de la montaña. Tampoco los ciudadanos ayudan mucho. La basura que se acumula tapona las bocas de los desagues y los desperdicios de la deforestación forman embalses que se convierten en bombas de tiempo.

Hace algunos años una obra de colectores gigantescos a un costo millonario solucionó los problemas críticos allá donde la tragedia costó millones en pérdidas y hasta vidas humanas. Es una obra que no se ve y que debió continuarse sin parar.

Adicionalmente la infraestructura de ingeniería ya ha mostrado sus falencias (cabe recordar el embaulamiento de El Trébol) y un aguacero colosal como el del sábado pasado colapsa la ciudad.

Muchos se han preguntado si un transporte que está bajo tierra como un Metro resistiría un aguacero o se convertiría en una trampa mortal para cientos de quiteños.

Los retos de una ciudad que crece sin mayor planificación, que acoge a miles de ecuatorianos de todo el país, que tiene severos nudos de tráfico y que está asentada en una falla sísmica van sumando en la lista de temas pendientes de la Municipalidad. Hay que dejar la política a un lado para dedicar día a y noche a Quito y sus problemas.

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