Así describe Julio Bueno, director ejecutivo del Teatro Sucre, a lo que es un defecto y una virtud del emblemático escenario quiteño. Y es que por un lado la sala tiene graves problemas de humedad -increíblemente un río subterráneo la atraviesa- pero por otro, ostenta un envidiable equipo antiincendio.
En tiempos de la Colonia en este mismo sitio funcionaba “La Plaza de Carnicerías” -el agua debe haber sido muy útil entonces- para luego dar paso, hasta épocas del presidente García Moreno, a una Plaza de Toros. Hoy se ha convertido, bajo el nombre de Plaza del Teatro, en un espacio donde conviven bohemios, vagabundos, vendedores y curiosos y en el cual los dos teatros, Variedades y Sucre, más la plaza misma, dan esparcimiento y cultura a miles de quiteños.
A raíz de una importante inversión por parte del Fonsal para reparar y mejorar este lugar, que estuvo descuidado durante mucho tiempo, se creó una fundación adscrita al Municipio que ha regido sus destinos y que en cinco años, junto con el recientemente renovado Teatro México, ha presentado la nada despreciable suma de cerca de dos mil espectáculos, formando además un nuevo público para estos eventos.
Pero por allí se oye que soplan vientos de cambio y que la estructura actual de la fundación podría desaparecer, junto con otras instituciones “paralelas” del Ayuntamiento quiteño.
Si se trata de mejorar la infraestructura, de mantener en mejor forma el escenario y su entorno, de incrementar los eventos -una gran temporada de ópera sería estupenda-, en buena hora, bienvenido el cambio. Pero si sólo es por “politiquería”, por decir que todo lo anterior fue malo, me parece que se estaría cometiendo un grave error. Por favor no regresemos a aquellas épocas en que el Teatro Sucre se utilizaba hasta para la graduación del jardín de infantes “Chavito”.
Pienso que la vocación principal del Sucre son las artes escénicas; la ópera en esta hermosa joya del centro quiteño tiene un sabor especial y la configuración íntima de su platea se presta para el lucimiento de la voz humana en todas sus expresiones. Pero no olvidemos que a través de los años se presentaron también músicos notables como Heifetz, Rubinstein, Arrau, Cortot y Segovia, por nombrar unos pocos, principalmente traídos por la Sociedad Filarmónica.
Nuestra querida ciudad pasa por un muy buen momento cultural, acorde con su calidad de Patrimonio de la Humanidad. El centro quiteño, con sus museos, conventos e iglesias es motivo de orgullo para todos y su renovación ha sido uno de los mejores logros de la pasada administración municipal. Adecuar el semidestruido Teatro Bolívar y mantener oportunamente el Sucre debería ser un objetivo de la actual.
Columnista invitado