El interno es pieza clave en la atención hospitalaria

Los estudiantes de último año de la carrera de Medicina realizan sus prácticas bajo al supervisión de un médico. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO

Los estudiantes de último año de la carrera de Medicina realizan sus prácticas bajo al supervisión de un médico. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO

Los estudiantes de último año de la carrera de Medicina realizan sus prácticas bajo al supervisión de un médico. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO

Hasta el martes pasado, cinco de los siete días de la semana, a las 06:30, el interno rotativo Adrián Freire ingresaba al Hospital Carlos Andrade Marín, del IESS, para recibir una hora de clases teóricas. Luego tenía 30 minutos para ponerse su uniforme color vino y comenzar a aprender, en la práctica, con pacientes.

Esta dinámica se extendía hasta pasadas las 16:00, sin considerar una guardia semanal. Todo con la supervisión de médicos, quienes guían a los estudiantes de último año de Ciencias de la Salud, como Adrián. Las tareas de los internos rotativos de Medicina se concentran en tomar signos vitales, suministrar medicamentos, limpiar heridas o apoyar en una cirugía, etc.

En Ecuador hay 3 085 estudiantes del último año en Medicina, Enfermería, Obstetricia y Nutrición, que realizan el internado rotativo. Se trata de un programa de un año de duración. Su objetivo es aplicar conocimientos y destrezas adquiridos durante sus cinco años de carrera (10 semestres).

Así consta en la Norma Técnica del Internado Rotativo en Establecimientos de Salud, reformada el jueves 2 de mayo, tras un convenio entre los ministerios de Salud y Trabajo.

Esta última modificación implica un ajuste al estipendio para estudiantes. También se fija un cupo a la asignación de las plazas costeadas por Salud. Del resto deberán encargarse las universidades.

Adrián acaba de terminar su año de internado. Recibía USD 591 al mes; menos el descuento al IESS (unos USD 100). Con el ajuste, los alumnos de último año de la carrera de Medicina obtendrán USD 394.

El joven oriundo de Manabí distribuía este dinero entre arriendo y servicios básicos (USD 230). El resto era para alimentación, vestimenta e insumos y pasajes. “Debía organizarme, no soy de Quito”.

Un interno rotativo debe permanecer al menos ocho horas en el hospital asignado para realizar actividades similares a las de un residente, posgradista o tratante, con supervisión.

Entre otras labores se encarga de llenar historias clínicas, que recogen el estado de salud de un paciente, diagnóstico, evolución y tratamiento. Levantan más de ocho historias al día y están presentes durante las visitas médicas.

Kevin Caraguay
, de la Asociación de Internos Rotativos, estudia en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) y desde septiembre hace sus prácticas en el Eugenio Espejo. “Somos el último eslabón de un hospital y también quienes trabajamos para que todo funcione; hacemos el primer contacto con el paciente y el seguimiento”.

Debemos completar -dice Caraguay- 80 horas de trabajo semanales: 20 horas de clases teóricas y 60 de prácticas preprofesionales. “En el nuevo acuerdo se establece que no ganaremos menos de un tercio del salario básico. Pero hablan de prácticas de cuatro a seis horas diarias, eso no se cumple, no es la realidad”.

Según Caraguay, en el documento se habla de que el interno rotativo haga una guardia de 24 horas cada cuatro días. “Muchos trabajamos 36 horas seguidas y en mi caso he estado más de 40 horas sin dormir, por las clases y el estudio”.

Stefany Costa, de 22 años, comenzó hace ocho meses el internado en el Andrade Marín. “Las jornadas son extenuantes”. No descansa fines de semana, fechas especiales.

A las actividades asistenciales en los hospitales -como se conoce a su trabajo práctico- se suman las académicas. Presentación de casos clínicos, exposiciones, pruebas y exámenes están en la lista.

“Muchas veces hay más actividades fuera del hospital, es decir, en las facultades”, cuenta Andrés Moreno, médico tratante y coordinador académico en el Andrade Marín.

En 12 meses, un estudiante realiza cinco rotaciones, es decir, pasa por cinco áreas diferentes: pediátrica, quirúrgica, clínica, gíneco-obstétrica y comunitaria. Cada módulo dura entre 10 y 11 semanas. El propósito es que se vinculen a las diferentes dependencias.

Adrián ya pasó por los cinco módulos asignados. La experiencia que más le impactó fue en traumatología. En este área asistió a una joven que estaba a punto de perder una pierna. Estuvo durante todo el proceso: primera atención, cirugía, tratamiento y rehabilitación.

¿Qué hizo? Ayudó con las curaciones de las heridas y registraba los signos vitales. Se ganó el cariño de la familia de la muchacha, que hace poco le agradeció por su trabajo.

Mónica Tarapués es médica y coordina la Docencia en el Andrade Marín. El trabajo de un interno -apunta- es fundamental para el funcionamiento de un hospital. “Llegan con mucha energía, que supera el cansancio y la falta de sueño”.

El internado es parte de la formación profesional. Por eso, a rectores de universidades como la Central y UTE les preocupa que en el acuerdo se señala que Salud fijará el número de plazas requeridas.

Los centros deberán gestionar espacios en la red privada y costearlos. “El acuerdo golpea al sector más vulnerable”, dice Fernando Sempértegui, de la Central. Ricardo Hidalgo, de la UTE, anota que no todas las plazas de internos están llenas en los hospitales. Por lo que esta medida responde solo a “un ejercicio de recorte presupuestario, más que a una política pública planificada”.

Andrés Santos, presidente de la FEUE, participó ayer en una charla a la que fueron invitados varios sectores, por la Ministra de Salud. Mantendrán el diálogo, al que esperan se sume Finanzas y Trabajo, para armar una nueva propuesta. Pero seguirán las movilizaciones estudiantiles.

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