Rocío Madriñán de Andrade
La demagogia populista de Mussolini, en las circunstancias de entonces (fin de la I Guerra Mundial, devastación, hambre, miseria) engañó temporalmente a un nutrido grupo de intelectuales italianos, que al principio creyó que el ex periodista y ex socialista -llamado Benito en honor de Benito Juárez- podía provocar un cambio beneficioso para el país. Al poco tiempo se decepcionaron del tirano y su verborrea, y pasaron a engrosar las filas de sus adversarios.
A casi tres años de desgobierno de Ponce y Correa, con sus cortes de esbirros, los intelectuales ecuatorianos, mayoritariamente, siguen entregados al disfrute de dineros del Estado, de canonjías, viajes con gastos pagados, becas y premios, que no son sino migajas que les arrojan los que están en el banquete de la corrupción oficial.
Salvo excepciones, no se escuchan, de los intelectuales, voces de rechazo, de protesta, de denuncia del proceso de construcción de este engranaje que no puede ser llamado sino fascista o, digamos, filo fascista: la organización desde el Gobierno de los comités de la revolución ciudadana, que serán formados solo con afiliados al ‘movimiento’ -los funcionarios se refieren así a Alianza País, tal y como los franquistas se referían a la Falange-; los proyectos de Ley de Educación Superior, de Cultura, de Comunicación, y otros, brutalmente atentatorios contra las libertades y derechos de los ecuatorianos. Muchos periodistas sí han levantado una valiente y decidida oposición, blandiendo ideas, razonamientos, análisis, que no pueden ni podrán convertirse en debates ante la inopia cultural de los esbirros y ante la “infalibilidad” de sus jefecillos, altaneros y mesiánicos.
Es penoso continuar constatando que los intelectuales locales se han dividido en colaboradores del proyecto fascista y – solo unos pocos- en opositores del proceso dictatorial que, al decir de un editorialista, está ya en transición del autoritarismo al totalitarismo. ¡Repudiamos a estos fascistas enmascarados!
Juan Andrade Heymann