El Edificio Artigas es una de las obras del arquitecto Milton Barragán Dumet, levantada en el norte de Quito. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO.
La madre de las artes plásticas. La arquitectura es parte de la línea del tiempo para definir el momento de una sociedad y las necesidades de cada época.
Milton Barragán Dumet, considerado uno de los mayores referentes de esta rama en Quito, ha mantenido esta premisa por 60 años. El homenaje al creador de más de 200 obras, a través de un libro que analiza 20 de ellas, vuelve a poner en la palestra la necesidad de conservar el patrimonio moderno.
El creador de edificaciones como el Templo de la Patria y el inmueble de Ciespal respalda la consigna. A la par del tributo al arquitecto de 84 años (‘Milton Barragán Dumet: 60 años de Arquitectura’), el Municipio emprendió un proceso para evaluar 30 edificaciones modernas, con miras a elevarlas a la categoría de patrimonio de Quito y del país.
En la ciudad, el inventario está compuesto por 8 000 bienes. De estos, más de 5 000 están en el Centro Histórico y hay 319 registros de patrimonio moderno, solo en el núcleo central (de la calle Bolívar, al sur, a la Manabí, al norte; y de la Imbabura, al occidente, a la av. Pichincha, al oriente).
El inventario de esos 30 exponentes de la arquitectura moderna está en construcción y para ello se emprendió una fase de prueba y análisis. En la lista se incluyen la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central, el Colegio La Condamine, el Centro Cultural de la Universidad Católica, el Colegio Fernández Madrid, la Escuela Sucre…
Angélica Arias, titular del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP), explica que las fichas técnicas de estas edificaciones ya se elaboraron. Está en marcha la verificación (probar), en campo, de los datos y el estado de los predios.
El proceso continuará con la entrega de la información al Instituto Nacional de Patrimonio y, posteriormente, al Ministerio de Cultura. Esta última entidad es la que, vía decreto, eleva a patrimonio, en este caso, a las edificaciones.
La tarea en las calles corroborará o descartará características que Barragán Dumet señala como propias de una edificación moderna con miras a ser patrimonio, como la correspondencia con el contexto en el que se levantó.
“El arquitecto debe tener una obsesión con el entorno y tratar de adaptarse al paisaje”. Prueba de esa concordancia aparece el Templo de la Patria, en La Libertad. El profesional de la arquitectura, escultor, humanista y defensor del medio ambiente, rememora que antes de la construcción del monumento se había cercenado la montaña para establecer una suerte de plataforma.
Para él, esa fue una acción cuestionable. Su obra llegó para continuar el devenir de la pendiente y a calar en el imaginario capitalino.
Y, precisamente, alude Hernán Orbea, director editorial de la publicación en homenaje a la carrera de Barragán Dumet, el patrimonio moderno corresponde a esas obras que llegaron para quedarse en la memoria colectiva. El Centro Histórico no es la única joya.
Arias acota que otra característica que debe cumplir es no haber experimentado variaciones que atenten contra su carácter primigenio y la forma debe responder a la función.
Detalles como esos son los que expertos, como la arquitecta Inés del Pino, docente de la Católica, empezaron a evaluar. La tarea arrancó en parte del edificio del Colegio Fernández Madrid, en el Centro.
Del Pino es la administradora del convenio entre el IMP y Católica, para la evaluación. En principio, el equipo está conformado por cinco docentes de esta universidad.
La catedrática explica que el listado de 30 bienes podría variar. Sin embargo, es un punto de partida, precisamente, porque ya cuentan con fichas.
Estas se encuentran diseñadas a partir de normativas internacionales y adaptadas a la realidad local, a la cabeza de la elaboración estuvo el arquitecto Patricio Guerrero.
Los parámetros incluyen caracterización de la obra, niveles de pertenencia, elementos significativos, así como un análisis de las condiciones del bien y su conservación.
La verificación es importante porque puede haber edificaciones en mal estado, que no ameriten la declaratoria.
En el caso del Fernández Madrid, para el primer chequeo, los expertos escogieron una parte que incluye paraboloides (superficies creadas a partir de una parábola con la concavidad hacia abajo). Del Pino estima que “probar” las fichas de las diferentes edificaciones tomará hasta mayo de este año.
Además, Arias recuerda que recién en el 2011, con la Carta de Madrid, se reconoce la importancia de la arquitectura moderna. En esa época se presentó una ola de derrocamientos. Edificaciones quiteñas no se salvaron, como la antigua Dirección Provincial de Salud, en la Mejía y García Moreno.
Barragán, por su parte, rememora los primeros pasos de la arquitectura moderna en Quito, a partir del siglo XX. Tiene la certeza que a mediados de este, ya existía un interés por las propuestas vanguardistas. Un referente claro fue la actividad del Instituto Bauhaus de Weimar, en Alemania.
Dos de las obras de Barragán Dumet, La Casa Angosta y la del Río Pita (1962), constituyen los primeros referentes de la tendencia en la capital.
Por esa riqueza, la meta de autoridades y arquitectos es que el inventario se extienda.