En el Centro Psicopedagógico Crecemos, en La Coruña y Orellana, Cristina Tapia evalúa a Felipe, de 8 años. Foto: Marcelino Rossi/ EL COMERCIO
Se distraen con facilidad, confunden fonemas y no logran escribir sin errores; no concluyen los trabajos que empiezan, les resulta complicado seguir instrucciones, son impulsivos o menos maduros que sus compañeros. Cada característica enumerada puede ser señal de un trastorno de aprendizaje o de conducta.
¿Cómo confirmarlo? A través de evaluaciones psicopedagógicas. Desde la segunda quincena de agosto, antes del inicio del nuevo año lectivo en la Sierra y Amazonía, en centros especializados se aplican pruebas a los chicos.
Al finalizar el ciclo anterior, los Departamentos de Consejería Estudiantil (DECE) de los planteles solicitan a algunos padres de familia una valoración de este tipo. Esto, cuando el alumno presenta indicios de una dificultad. No todos deben ser sometidos a estos análisis.
Eso subraya Verónica Egas, quien dirige el Centro de Psicología Aplicada de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). Ahí tienen 500 pacientes semanales, no todos son menores de edad.
De todas las solicitudes que reciben, 60% corresponde a evaluaciones psicoeducativas. Los pedidos llegan en julio, pero más en septiembre, cuando empieza el año escolar. En esta semana separan turnos.
Cristina Tapia, del Centro Psicopedagógico Crecemos, resalta la importancia de la detección temprana de un trastorno del aprendizaje o de conducta. Y la necesidad de que padres, colegio y psicólogos trabajen en equipo, al conocer los resultados.
La psicóloga Tapia anota que en niños de Inicial 2 y primero de Básica se observa inmadurez en el desarrollo de neurofunciones básicas. Estas, en años superiores, se reflejan en problemas en el proceso lectoescritor. Comenta que hay niños que no discriminan los sonidos en una palabra. Y al escribir confunden la t con la d o la c y la q. En cuanto a problemas conductuales, dice que hay casos de negativistas desafiantes, que no logran encajar en los grupos. En todos los casos -repite- hay que hacer un acompañamiento.
Hace unos días entregó la evaluación de una niña de 5º de Básica. En la escuela creían que tenía déficit de atención. Las pruebas dejaron ver que su cociente intelectual no era normal, por ello su aprendizaje es lento. Sus maestros deberán aplicar otras metodologías y trabajar en refuerzo académico, pues su ritmo es diferente a del resto.
Verónica Egas, de la PUCE, apunta que se debe evitar realizar evaluaciones como ‘receta’. Para luego “diagnosticar y etiquetar en la frente” al niño. El objetivo es tener pistas sobre qué le puede pasar y así establecer cómo ayudarle.
En el Liceo Campoverde se solicitan evaluaciones psicopedagógicas a ciertos alumnos. Esto sirve para determinar si tiene alguna necesidad educativa especial, que afecte a su desempeño en el aula.
Elizabeth Egas es psicóloga de secundaria en ese plantel. Esta valuación -comenta- se solicita cuando un alumno presenta dificultades. Hay chicos que, por ejemplo, no colocan tildes en ninguna palabra o que se desconcentran.
Los profesores llenan unas matrices con los detalles de lo que observan a diario. A los adolescentes se les consulta sobre las razones del bajo rendimiento. En estos casos y en el de los niños siempre se explica a los padres por qué se requiere la evaluación externa.
De 26 alumnos de una clase, unos dos requieren esta evaluación psicopedagógica. “El objetivo es saber qué necesita. Unos requieren planificación diferenciada; otros, libros con letras más grandes, etc.”.
Escuela, profesor y psicólogo deben ser un equipo
El profesor no diagnostica déficit de atención o dislexia, por ejemplo. Lo hace el psicólogo educativo, a través de un test.
La Ley de Educación garantiza que la escuela haga un plan de apoyo a chicos con necesidades educativas especiales.
En la escuela se debe evitar etiquetar al niño como ‘malcriado’ o ‘vago’, por su falta de atención o bajo rendimiento.
La psicóloga educativa o clínica debe hacer recomendaciones a padres y a la escuela, para trabajar en equipo.
En contexto
En Sierra y Amazonía, 1 950 000 estudiantes volverán a clases del 3 al 10 de septiembre. La Ley de Educación Intercultural y su Reglamento señalan que los planteles deben aplicar modificaciones según las necesidades educativas de cada chico.