María Sarangui, quien vive en el sector de Atucucho, en Quito, no tiene un empleo fijo. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Para acceder a la vivienda de María Sarangui se debe subir por un camino de tierra y piedras, rodeado de terrenos abandonados y casas de adobe, con cubiertas de madera.
El hogar de María, que es de bloque y techo de zinc, está a pocos metros de una quebrada. Cuando llueve, el terreno se torna frágil e inestable. “Tenemos miedo de que con una lluvia fuerte la casa se caiga al precipicio”. La casa, ubicada en el sector Atucucho, al noroccidente de Quito, es todo lo que tiene esta familia.
Pedro Barahona, su esposo, trabaja como albañil, pero el sueldo que percibe no alcanza para los gastos del hogar. El trabajo es temporal y, con suerte, llega a los USD 80 al mes o lo que equivale a USD 2,70 al día.
Estos ingresos ubican a esta familia en la línea de pobreza.
En la capital el indicador de pobreza llegó a 12,8% en junio pasado, cinco puntos más frente a igual mes del 2017. Es el más alto registrado desde diciembre del 2007, según el reporte del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Quito cuenta, además, con la mayor tasa de pobreza extrema. El indicador también aumentó el último año. En la capital casi cinco personas de cada 100 viven en esta condición; es decir, con menos de USD 1,60 diarios.
Reinaldo Cervantes, director del INEC, explicó ayer que estas cifras están directamente relacionadas con el mercado laboral. En Quito, los indicadores de empleo se deterioraron el último año. Según datos a junio, existen menos empleos plenos o adecuados.
Pedro no tiene un trabajo fijo y sobrevive de pequeñas obras que hace en la construcción.
En esta actividad y en la de servicios (salud, educación y otras) se perdieron más empleos plenos hasta junio pasado, y eso explica el aumento del indicador de pobreza y pobreza extrema en la ciudad, detalló el director del INEC.
Henry Yandún, vocero del Colectivo Consultores Positivos, asegura que la falta de empleo en la construcción se debe a la reducción durante este año de la inversión pública, específicamente un 30% en la infraestructura, y a un arranque lento del proyecto de vivienda de interés social.
Además, existen planes de inversión en grandes proyectos en Quito, que están paralizados en espera de aprobaciones municipales.
La falta de empleo en el Distrito ha llevado a Paola Estupiñán, de 23 años de edad, a vender aguas y caramelos en los buses. De esta manera ayuda a su familia, que también vive en Atucucho, en la generación de ingresos. Sus padres son vendedores ambulantes.
La situación de pobreza por la que atraviesa su familia la obligó a dejar nuevamente el colegio, donde aún cruza el tercer año de bachillerato.
Paola vive con sus cinco hermanos menores de edad. El poco dinero que gana, unos USD 50 al mes, lo invierte en la alimentación del hogar y en pagar deudas de la familia.
“Necesito trabajar en lo que sea. Ciertos días no tenemos para comer”, comenta la joven, quien espera encontrar un nuevo trabajo.
Sarangui, de 53 años, ha perdido la esperanza de hallar un empleo fijo. Para salir adelante realiza trabajos ocasionales como la venta de plantas en las calles. Lo hace con su nieta de 10 años, pues no tiene con quién dejarla. Recorren los bosques del sector en búsqueda de cactus pequeños y flores para comercializarlos a USD 1.
En otras ocasiones vende cosméticos o distribuye aliños en las tiendas del sector.
No es lo único que hace para generar más ingresos para su hogar. Armada de un par de guantes y tres costales recorre por las tardes los parques La Carolina y el Bicentenario, y en el sector del Estadio Atahualpa en busca de botellas plásticas para luego venderlas a depósitos recolectores. “Si no hay trabajo se debe ver otros medios”, comenta María, con resignación.
Por cada kilo de botellas recibe 69 centavos. A veces, si las ventas van bien, logra reunir USD 50 al mes. El dinero que obtiene de estas actividades lo usa para cubrir la alimentación, la educación de su nieta, pago de los servicios básicos y la compra de productos de cosméticos para la venta.
Pero a pesar de su esfuerzo existen ocasiones que solo tienen para comer un plato de arroz o una sopa de fideos.
Sarangui también tiene a su cargo otros dos nietos, que no van a la escuela porque no tienen dinero para el transporte o los útiles escolares. Su hija vive en Manabí, pero no le manda dinero porque actualmente se encuentra desempleada.
En contexto
La pobreza se ubicó en 24,5% en Ecuador, mientras que la pobreza extrema fue del 9% en junio pasado, según datos del INEC. La pobreza es sinónimo de carencia y privación, que limita a una persona para alcanzar un mínimo nivel de vida.