Los indígenas del club ecuestre buscan caballos obedientes en equilibrio con la naturaleza. Foto: Manuel Huerta / EL COMERCIO
El rojo intenso de los ponchos que vestían los 14 jinetes contrastaba con el amarillento pajonal que cubre el paisaje de Gúlag-Culebrillas. Ellos no son simples cabalgantes, sino indígenas dedicados a la doma de caballos en el cantón El Tambo, provincia de Cañar.
Están agrupados desde el 2008 en el Club Ecuestre Los Aventureros y comparten la afición por la doma de caballos y la vaquería. Así han participado en actividades culturales y competencias en toda la provincia. Incluso han obteniendo premios y reconocimientos.
A media mañana del pasado jueves 28 de mayo, el sol pegó fuerte en el espléndido escenario andino de Jalupata, cerca del centro cantonal. En el patio de la casa de José Benigno Huerta, miembro del club, se ensillan y preparan los animales. Una hora le toma esta actividad.
De allí partió el tropel de jinetes cabalgando hacia el rancho de su hijo, Manuel Huerta, en Culebrillas, para los ejercicios de amansamiento que realizan cada 15 días. “Nos preparamos para estar al nivel de los mejores grupos”, dice Juvenal Coronel, vicepresidente del club.
Por ejemplo, en junio y julio próximos participarán en la Vaqueada de Cañar y en la doma de caballos en Machachi. Para Coronel cada competencia les permite ser más conocidos y entablar contactos para participaciones en otras ciudades.
Ese jueves, hasta los más pequeños del grupo, Isaac y Bryan Huerta, de 5 y 9 años, vistieron el uniforme propio: camisa, poncho, botas, zamarro y sombrero. Cabalgaron por chaquiñanes entre las montañas para cortar camino.
Las sombras que daban algunos árboles frondosos atenuaban los rayos de sol. En el sitio a 3 700 metros sobre el nivel del mar, les esperaba la música alegre, propia para esta disciplina. Tras un corto descanso empezaron los ejercicios con los animales nuevos en el adiestramiento.
Martín Tenesaca, de 19 años, salió a escena con su caballo Saino. Fue la segunda clase para el animal, que apenas está aprendiendo el contacto con su domador, las caricias y giros. Los Aventureros está integrado por 16 personas, solo dos son mestizos, el resto indígenas quichuahablantes.
Pero todos practican el adiestramiento sin recurrir a los castigos físicos, porque todo lo relacionan con la naturaleza. Lo hacen a través de la confianza hombre-caballo, los conocimientos ancestrales, la tolerancia y el amor. Así consiguen que estos acepten al jinete.
Los animales tienen contacto con “la madre tierra y los utilizamos en las actividades agrícolas”, dice José Huerta, de 70 años, el de mayor edad en este grupo. “Cuando se los somete o grita salen estresados y tienen actitudes amenazantes”.
Dentro de este club hay familias de hasta tres generaciones dedicadas al amansamiento de caballos como los Huerta y los Yupa. Todos aprendieron las técnicas de los más antiguos y las siguen perfeccionando con el paso del tiempo.
Renán Castro, de 34 años, es uno de los jinetes con mayor experiencia en esta actividad. Sucaballo Cristal tiene cinco meses de entrenamiento y es el más dócil del grupo. Realiza saludos, se sienta, estira, agacha y hasta simula su muerte para que el jinete se acueste sobre su cuerpo y haga los honores en una competencia.
Él le habla con cariño y el animal es capaz de obedecer las órdenes, sin llegar al maltrato. “La clave es mezclar la disciplina con confianza, y se lo estimula con caricias en todo su cuerpo, principalmente en la cabeza”, insiste Castro.
Segundo Yupa tiene 16 años y ya incursionó en la doma. De niño aprendió a montar y las técnicas básicas con la ayuda de su padre Manuel, de 40 años. Espera mejorar para competir en los eventos que se realizan en otras ciudades del país.
Según Yupa, dentro de la cosmovisión indigenista, el método eficaz es aprender a comunicarse con los animales y con la naturaleza. Entonces el caballo entra en calma y el domador con ayuda de su cuerpo o una varita-guía consigue manejarlo y realizar sus movimientos.
Los miembros del club son familias humildes y apasionadas con lo que hacen, tanto que cada ensayo no faltan la música, comida y la vestimenta propia… También programan cada cierto tiempo los chequeos médicos masivos de los animales.
Entre ellos también realizan cabalgatas por montañas de la zona como Achupallas, Labrazcarrumi, Apullal, Tres Cruces, Zuitococha, Sansaguin, etc. El sol y el viento inclementes de ese jueves no impidieron que se cumplieran con los ejercicios y tampoco con las fotos de rigor de las mejores técnicas, como lo hacen en cada ensayo.