6/15/2009
Paola Gavilanes y Froilán Jiménez
Mientras corría exhausto por el caliente asfalto, Luis Tipán escuchaba los aplausos emocionados de la gente concentrada en las aceras. El pasado 7 de junio compitió por cuarta ocasión en la Quito-Últimas Noticias 15K. Lo hizo en 01:38 horas y se ubicó 330 entre 10 000.
Para evitar accidentes, cosió en su camiseta blanca un cartel que lo identifica como no vidente.
Tipán (homónimo de un ganador de las ediciones anteriores de la Quito-Últimas) tiene 46 años y se gana la vida vendiendo bizcochos. Cuando cumplió los 27 empezó a perder la vista paulatinamente, sin que nadie descubriera su enfermedad. La ceguera lo hizo abandonar sus dos pasiones: el fútbol y el ecuavoley.
En su barrio Caupicho (sur de Quito), se contentaba con caminar largos tramos guiado por su perro Kalimán, amigo fiel que un día fue arrollado por un carro.
Sin embargo, la adversidad no lo detuvo. Hace cuatro años, mientras se entrenaba, el atleta César Cachago lo descubrió: “Pese a que no ve, da pasos veloces”.
Los fondistas empezaron a correr juntos y su amistad creció. Un día, Cachago le hizo una sorpresiva propuesta: “Vecino, ¡corramos la Quito-Últimas Noticias!”.
La idea lo dejó sin palabras y se negó, aunque después accedió al reto y hoy no se arrepiente. Recuerda que sintió temor en su primera carrera y no puso en práctica el veloz ritmo que acostumbra en el entrenamiento. Pasó más de un susto, pero llegó a la meta.
Ambos diseñaron una estrategia. Cachago, quien acumula más de 30 Quito-Últimas, se ubica uno o dos pasos adelante y Tipán se deja llevar por la voz y el impacto de las pisadas de su amigo.
Desde entonces, hicieron un pacto sencillo de amigos para competir todos los años.
Para la edición 49 de la Quito-Últimas, Tipán no solo necesitó fortalecer sus piernas en los ascensos de Caupicho, sino que buscó información de sus rivales.
Cachago se ríe. No entendía por qué su vecino buscaba datos de los oponentes. La respuesta la descubrió el día de la carrera. “¿Donde está el keniata?”, le preguntó a Cachago, y este respondió: “Está lejísimos, tranquilo”.
La respuesta lo puso contento y se convenció de que los aplausos eran para él porque los favoritos ya estaban cerca de la meta.
El bullicio del estadio Atahualpa estremeció aún más a Tipán. Vanidosamente, se arregló su camiseta y sus gruesas gafas.
Para Cachago y Tipán, el tapete rojo del Atahualpa significó el cielo y la gloria, y sintieron el deseo de correr otros kilómetros más.
Por eso, 24 horas después de la carrera, Tipán golpeó la puerta de su vecino y lo sacó de la cama para continuar con el entrenamiento.
María, esposa de Tipán, se adelantó y dejó al pie de la cama la ropa de entrenamiento. También preparó un buen desayuno y, como siempre, no dejó que su atleta saliera de casa sin su bendición.
Cachago, en cambio, día a día se compromete más con su vecino. Incluso, le juró que seguirán corriendo juntos, así esté en el cielo.
Moya corre para dar una lección de vida y esperanza
Hace cuatro meses y por prescripción médica, Rommel Moya (53 años) empezó a correr para bajar unos kilos y mejorar su estilo de vida. Con ese corto tiempo de preparación, participó en la Quito-Últimas con 02:05,47 horas.
Las cerca de 200 libras de peso estaban acabando con su existencia. Más aún, en una persona que requiere el doble de cuidado debido al trasplante de riñón que se le practicó en 1991.
Le dieron 15 años de vida, pero el atleta, un agradecido de Dios y de la ciencia, superó la meta. Por eso se propuso el reto deportivo.
Empezó con ligeras caminatas y trotes. Ahora, asciende y desciende más de 2 500 gradas en el estadio Universitario junto a su hijo Gustavo, quien lleva el nombre del donante y del galeno que atendió su caso.
“La Quito-Últimas fue mi primera experiencia deportiva. Corrí movido por la aspiración de generar una cultura de donación de órganos en Ecuador”, dijo.
En 1990, al latacungueño le diagnosticaron insuficiencia renal y se sometió a diálisis por un año. Incluso, recibió los santos óleos en tres ocasiones. “Estaba resignado a morir”, detalló.
Entonces, apareció un donante: su hermano, quien cumplió con una promesa que le hizo a su padre, contó Gustavo.
Enseguida, se puso a disposición del doctor Gustavo Salvador. “Todo fue una coincidencia y en honor a los ‘Tavos’, decidimos con mi esposa Roxanna tener un hijo y ponerle ese nombre”.
Pese a esos regalos divinos, Moya consideraba que todo estaba decidido. El pasado 4 de febrero, el doctor dijo que hay que aumentar los medicamentos o hacer deporte y seguir una dieta.
Moya, quien fue elegido presidente de la Asociación Nacional de Trasplantes del Ecuador, se inclinó por la segunda receta.
El entrenamiento diario, además de fortalecer su estado físico, mejoró su riñón y estilo de vida.
Entonces pensó en la Quito-Últimas. Estaba dispuesto a cruzar la meta así fuera en la ambulancia. Recuerda que antes de la largada, los nervios los consumían y en cuanto se inició la carrera, no pudo contener el llanto.
Lo más difícil se presentó en el ingreso al estadio. “Mis piernas se paralizaron y no pude dar un paso. Mis hijos me ayudaron a cruzar la meta”, recordó.
Su familia contó que dos días después de la prueba, Rommel Moya tenía la sensación de que un tren pasó por su cuerpo.
Ahora, su propuesta es generar leyes que faciliten la donación. Por eso, sugiere que en la cédula de identidad o en el permiso de conducir, se indique si la persona es un donante voluntario de órganos. Es decir, “está dispuesto a salvar hasta siete vidas”.
Flores es un combatiente de la guerra y de la vida “Mi esposo está acostumbrado a terminar la carrera como la inicia: caminado”, contestó con voz grave María Augusta, esposa de Fausto Flores Soto, de 40 años. Ella quería convencer a los policías que custodiaban la carrera Quito-Últimas Noticias 15K de que dejaran tranquilo a su esposo, que estaba último en la competencia.
El pasado 7 de junio, los uniformados insistían en subirlo a un patrullero para apresurar su llegada a la meta, en el estadio Olímpico Atahualpa, de Quito.
Talvez no lo hacían con mala intención sino que se percataron de que a Flores le costaba seguir la ruta. El atleta utiliza dos prótesis que sustituyen sus piernas, amputadas tras caer en una emboscada, preparada por Perú, en guerra del Cenepa, en 1995.
Negarse a la ayuda de los uniformados no fue un capricho. Desde que perdió sus piernas cada paso que da significa un logro para el analista del Comando de Inteligencia Militar del Ejército.
Por ello, jamás permite que nadie le arrebate el gusto de sentirse útil y, lo más primordial, con vida.
En todas las pedestres que se ha inscrito, desde que le implantaron las prótesis, seis meses después de la guerra, siempre ha actuado solo y a cruzado la meta por sus medios, con un par de bastones especiales como única ayuda. Al menos así ha ocurrido durante los últimos tres años que ha participado en la 15K.
En esta edición, su cuarta intervención, solo hizo un cambio. Flores recorrió las calles que unen el sur, centro y norte de la ciudad en compañía de Mishell, una de sus cinco hijos, y de su esposa.
La insistencia de su abnegada hija y el intenso entrenamiento que cumplió María Augusta para la carrera convencieron a Flores de aceptar su compañía.
“Estar cerca de mi familia es la mayor motivación que poseo. Un ser humano necesita de ese respaldo y más aún un soldado que cayó herido”, resaltó Flores.
En la carrera, el atleta se sintió satisfecho por contar con el respaldo de su familia y más aún cuando descubrió que redujo su tiempo de competencia.
Con frases como: “Vamos papi, tú puedes, no te dejes”, Flores inconscientemente apresuró su paso y mejoró su cronómetro.
Tras ese logro, el trío de fondistas prometió volver en la 50 edición de la carrera quiteña.
Para ello, deberán entrenarse como lo hicieron en meses anteriores. Por lo pronto, Flores ya inició con esa dura labor.
Todos los días, en horas de la mañana, se entrena en las instalaciones del Comando de Inteligencia Militar, en Conocoto. Unos días acude al gimnasio, otros solo trota y nada.
“Debo cumplir con esas rutinas para fortalecer mi cuerpo, puesto que no solo ocupo las piernas, si no también los brazos”, reveló el atleta especial.
Todas esas labores las realiza apoyado por sus colegas de trabajo que lo motivan a diario.
En ese grupo está el teniente coronel José Villalba, quien asegura que “el ex combatiente de la gesta heroica de la guerra del Cenepa es un ejemplo de superación personal. Es una guía, un norte para el resto de soldados”.
Realizar esa preparación física no es tarea sencilla. Pese a que Flores ha intentado olvidar el sufrimiento que padeció en la frontera de Ecuador y Perú, los dolores que siente en su espalda se lo impiden con cierta frecuencia.
Para mitigar ese dolor, Flores acude a las terapias en el centro San Jorge, en Conocoto.
Flores no solo ha participado en las competencias quiteñas. También estuvo en la Maratón de Boston, Estados Unidos, y en otras de ámbito nacional. En Guayaquil recorrió 41 kilómetros.
Todas las carreras le han dejado una lección de vida. Sin embargo, él destaca la Quito-Últimas Noticias 15, por que allí se siente “como en casa”, por la amabilidad y entusiasmo del público.
Los espectadores, que no dejan de sorprenderse al verlo pasar, hacen las veces de lazarillo. Le brindan agua, lo animan a seguir con aplausos y palabras de aliento. En varias ocasiones hasta lo han llamado por su nombre y le han brindado una palmada, en señal de admiración y de respeto.
“Mis metas ya no consisten en llegar al cielo, ahora debo seguir hasta el infinito”, concluye el amoroso padre, que tuvo a sus hijos Mishell y a Nicolás después de su paso por el Cenepa.
Los héroes motivan a varias personas ‘completas’
Una y otra vez se proyectan las imágenes de los atletas con capacidades especiales que actúan en la 15K, en las charlas de motivación que imparte Diego Merino.
Eso y la música de fondo como “celebra la vida, celebra la vida, que nada se guarda, que todo te brinda…” arrancan lágrimas a los espectadores que miran a los atletas llegar en sillas de rudas, en muletas, sin piernas, sin brazos…
Desde hace ocho años, este entrenador en programación neurolingüística, ‘coaching’ e inteligencia emocional, utiliza esos videos para motivar y levantar la autoestima de aquellas personas que, teniendo cuerpo completo, se “ahogan en un vaso de agua”.
Con palabras emotivas y testimonios de vida, Merino busca cambiar la mentalidad de personas que creen en el poder invencible de los obstáculos.
“Miren cómo esas personas llegan a la meta, miren sus brazos y ahora díganme si ustedes también pueden hacerlo. ¿Cierto que ustedes pueden hacerlo?, ¿cierto que sí? Entonces vamos a hacerlo”, motiva a sus estudiantes.
Merino utiliza videos de deporte, y en especial de la carrera quiteña, para dictar sus charlas porque considera que el deporte es una de las formas más efectivas para que las personas cumplan con sus metas y objetivos.
Según Merino, con el deporte la gente se traza metas e intenta cumplirlas. Tal como lo hacen los atletas discapacitados que se aparecen proyectados en una pared.
“La carrera Quito-Últimas Noticias 15K es propicia para que la gente descubra sus poderes. Allí, la gente no corre por dinero sino por demostrar que pueden llegar a la meta”, dice Merino.
Ecos de la fiesta atlética
Augusto Barrera (der,), alcalde electo de Quito, levanta sus manos en señal de victoria, tras llegar a la meta. El atleta quiteño partió de la meta con el número 1 en el pecho. Barrera fue ovacionado por los asistentes, tanto en el trayecto de los 15 kilómetros como en su arribo al estadio Olímpico Atahualpa, de Quito.
Lenín Moreno, vicepresidente de la República (en la foto a la derecha), premió a los atletas con capacidades especiales que participaron en la categoría silla de rueda de competencia. El ganador de la pedestre fue el tricolor Byron López (segundo desde la izquierda).
Edmundo Nelson Basantes y José Miguel Santillán, ambos con capacidades especiales, también estuvieron presenten en la tradicional competencia quiteña.Los dos atletas pasaron por la alfombra roja. Santillán llegó junto a la escolta policial.
En la pedestre internacional participaron 1 000 atletas inscritos. Niños, jóvenes, adultos y personas de la tercera edad recorrieron los 15 km, que cruzan la ciudad de sur a norte.