La importancia del ludismo

La infancia sirve para jugar,  dijo Jean Chateau. Esta concepción adulta de la infancia se parece a cierto tipo de antropología que convierte en ‘primitivos’  a los testigos sobrevivientes de una etapa superada por esos ‘civilizados’ que son los etnólogos.

El juego lo encontramos en todas las instancias evolutivas de la vida humana. Lamentablemente, una educación ‘adultocentrista’ ha convertido al juego en una característica infantil, cuando la verdad es otra.

El ludismo del adulto se define como autopermiso; el del adolescente, como la mofa y el desafío. El ludismo infantil está representado por el juego simbólico. Las conductas lúdicas del niño se relacionan con el adulto en tres dimensiones básicas: tutela y libertad, discusión y disponibilidad, estímulo y seguridad.

¿Qué es el juego, en definitiva? El juego es esencialmente oposición. Sutilmente, el juego no resiste a las desfiguraciones que se dan entre la regla y lo arbitrario; entre lo secreto y lo compartido; entre lo prohibido y lo permitido; entre lo incierto y lo codificado; entre lo real y lo ficticio.

Desde el juego de palabras en el adulto hasta la significación afectiva en el niño, la actividad lúdica es un vector hacia el porvenir, profetiza las relaciones sociales y conduce al lenguaje. El juego es una parodia de la conducta  mágica.

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