Las imágenes de los esclavos del pasado

Es casi increíble que en estos tiempos se siga hablando de esclavitud, de gente que tiene que vivir aislada para ser libre, o por lo menos, para tratar de serlo.

Los esclavos africanos llevados a Brasil tuvieron que aprender a vivir en una tierra que no era la suya, con un clima y alimentos ajenos a su cotidianeidad.

Durante los  cuatro siglos que se realizó el intercambio con esclavos, ellos tuvieron tiempo para adaptarse. Cansados de su condición, muchos esclavos se internaron principalmente en la selva. Así se formaron las quilombolas, que  son comunidades de descendientes de esclavos afrobrasileños que  escaparon de los blancos y se refugiaron en sitios alejados para resistir.

Hasta el  2005 se sabía que existían 780 caseríos. Sin embargo, hoy por hoy, esta cifra ha aumentado a más de 7 000 quilombolas en Brasil y los territorios cercanos.

André Cypriano ha visitado 11 asentamientos. Con su cámara de fotos ha ido retratando la vida de las quilombolas. Ha conseguido fotos de la vida diaria y de las costumbres africanas que todavía se mantienen. La medicina natural,  los rituales como la música y la comida,  las artesanías que han creado; además, Cypriano también se ha empapado de algunos dialectos. En una de estas comunidades el fotógrafo quedó impresionado de hallar a tres hermanos que hablaban un dialecto ya perdido en África. Cuando ellos mueran, este dialecto desaparecerá.

A pesar de su apartamiento, Cypriano no considera que estas comunidades han conseguido la libertad deseada porque constantemente tienen pelean con los dueños de las haciendas, además muchos de ellos viven sin servicios básicos y también está el problema de la juventud que escapa hacia la ciudad y se olvida de las tradiciones de sus ancestros.

Cada quilombola  tiene sus propias necesidades así como también sus virtudes. Todas son distintas. En unas existen problemas por poder y de terrenos; en cambio otras son los lugares más felices que Cypriano ha visto. Coincidencialmente, los lugares más felices también son los más apartados.  Esos asentamientos que de alguna manera han permanecido ajenos al contacto con la sociedad, a los códigos que se viven en la ciudad,  incluso no tienen ni siquiera electricidad.

En estas quilombolas la creatividad estalla en todas las formas. Un claro ejemplo son los juguetes que los niños fabrican. Cypriano fotografió unos carros hechos con tiras de madera, en los que se utilizaron palos de pinchos para los ejes de las ruedas.

Este trabajo creativo también se refleja en las artesanías trabajadas con el capín dorado, que es un arbusto cuyas fibras se tornan doradas en cierta época del año. En ese momento estas fibras son cosechadas y con ellas se confeccionan carteras y platos decorativos, entre otros objetos, que son muy cotizados en el mercado extranjero y cuyo costo es muy elevado. Estas artesanías fueron creadas por una mujer quilombola que todavía vive.  

Cypriano notó que en las quilombolas más alejadas el sentido de comunidad es muy fuerte. Cuando estuvo de visita en una de ellas todavía los adultos jugaban con los niños, hacían rondas y cantaban. Sin embargo, la electricidad estaba a las puertas de la comunidad, por lo que el fotógrafo dice que llegará un momento en que los juegos de la tarde serán reemplazados por las telenovelas.

Las fotos que Cypriano tomó de las quilombolas son en blanco y negro porque son una interpretación de la realidad, según el ojo y la sensibilidad del fotógrafo. No ha utilizado color porque este lenguaje es el reflejo de la realidad, además distrae mucho porque siempre se mira primero el rojo, luego el amarillo, etc.   Cypriano comunica, por eso le tiene sin cuidado si dicen que sus fotos son feas o bonitas, lo que en realidad le importa es que el público las mire con sus emociones.

Al final, una de las pocas conclusiones que Cypriano pudo sacar de sus recorridos fue que el ser humano es capaz de adaptarse a todos los terrenos y situaciones, incluso a las más difíciles, aunque a veces no debería.

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