Redacción Quito
A pesar de que con el paso del tiempo se han ido los antiguos vecinos, Juan Carlos Maldonado recuerda con mucha nostalgia su niñez en la calle 9 de Octubre, en el norte de la ciudad.
Desde muy pequeño -dice Maldonado, quien ahora tiene 43 años-, corría por las aceras del sector con mis amigos. “Solíamos jugar hasta altas horas de la noche en el parque Pedro Borja, que antes se llamaba De la Madre”, afirma con tristeza.
La tradición
La calle 9 de Octubre empieza en la avenida Patria, al sur, y termina en la avenida Orellana, al norte. Es de dos carriles en sentido sur-norte.
Según Lupe Hinojosa, quien trabaja en el sector, la calle 9 de Octubre es conocida por las tiendas que venden sánduches.
El parque Pedro Borja, en la calle Carrión, era conocido como Parque de la Madre porque en el centro se encontraba una imagen de la Virgen María.
Juan Carlos Maldonado recuerda que en el sitio vivía gente aristocrática.
Él creció en el sector porque su padre instaló allí una picantería hace 40 años. Al lugar, que se ubica en la 9 de Octubre y Carrión, asisten diariamente comensales que conocen sobre el restaurante por su tradición. “La mayor parte de clientes son gente conocida. Personas que vienen desde hace mucho, traídas por sus padres o sus abuelos”.
Maldonado expresa que la tranquilidad de la arteria se ha ido perdiendo con el paso de los años. Para él, la calle era más segura antes. Eso es perceptible, continúa, cuando una persona transita por la 9 de Octubre pasadas las 18:00. Los negocios empiezan a cerrar antes de que llegue la noche y la calle se vuelve más solitaria. “Nosotros sí abrimos hasta más tarde, pero tuvimos que comprar una rejilla para que solo ingresen personas conocidas y no delincuentes”.
La arteria no es muy transitada durante el día, más bien luce desolada en algunos tramos. En toda la arteria se ubican negocios de imprenta y copiadoras. Eso se debe, según Lupe Hinojosa, a que una cuadra al occidente se encuentra el Servicio de Rentas Internas. Ella trabaja en una oficina en la calle Páez y dice que como la calle ya está saturada de esos negocios, han optado por colocar más en la 9 de Octubre.
El comercio también ha crecido en los últimos 15 años. José Chacón trabaja en la óptica que lleva su mismo apellido desde hace 16 años. Él cuenta que cuando empezó a laborar en el sector no había tantos negocios como ahora.
Lavanderías, tiendas, copiadoras, imprentas, cabinas telefónicas… ocupan las aceras de los tramos más transitados de esta calle que lleva el nombre de la fecha en que se celebra la independencia de Guayaquil.
Chacón recuerda que las antiguas tiendas que quedaban se vendieron y sus dueños se compraron propiedades en las periferias de la urbe.
En las afueras de la iglesia Santa Teresita, en la calle Francisco Robles y 9 de Octubre, se encontraba Lorenzo Sánchez, quien trabaja como lustrabotas desde hace 19 años.
Todos los vendedores del lugar lo conocen porque lleva su banco y un parasol para instalarse en la esquina por las mañanas. Él dice que en la arteria encontró su medio de trabajo con el cual genera los ingresos para su familia. “Por aquí no vienen muchas personas, pero me instalé porque la gente me conoce”.
La iglesia Santa Teresita fue construida hace 40 años en la esquina de la calle Francisco Robles. Allí asisten diariamente cientos de fieles católicos. Es imponente por su estilo gótico y a la vez contrasta con la estética desordenada de los edificios de esta calle del norte de Quito.
Llegando a la esquina de la avenida Colón y 9 de Octubre está el hotel Ambassador. El lugar funciona hace más de 22 años. Eso es lo que puede recordar su administradora Martha Luna.
El recepcionista, Roberto Vinueza, cuenta que al hotel llegan personas referidas. “Muchos de los huéspedes vienen por recomendación de otros que se hospedaron antes aquí”.
El comercio da vida a esta calle y se ven pocas casas. La gente que camina por ahí tiene apariencia de oficinistas de las decenas de edificios de la 9 de Octubre.