Hugo Yepes, sismólogo del Instituto Geofisico de la Escuela Politecnica Nacional. Foto: Archivo / EL COMERCIO
¿Por qué la superficie de la Costa ecuatoriana se desplazó? ¿Habrá réplicas más fuertes que el terremoto del 16 de abril del 2016? ¿En Quito pueden ocurrir sismos de más de 7 grados en la escala de Richter? ¿Qué pasa con la cultura de riesgos en Ecuador?
Hugo Yepes, sismólogo del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, lo aclara en entrevista con EL COMERCIO.
Usted dijo que Manta se había desplazado cerca de 80 centímetros hacia el mar, ¿qué significa esto?
En primer lugar no se trata de un tema de Manta, era usado como ejemplo en la entrevista que me hicieron. Lo que tenemos es que en todo lo largo de la Costa ecuatoriana, como es el punto más cercano a la fosa en donde empieza a producirse la subducción de la placa de Nazca debajo de la placa Continental, se puede medir que hay una deformación permanente relacionada con el empuje de la placa de Nazca contra la Sudamericana (Continental), esta resiste la otra empuja y la Costa retrocede porque es un medio elástico que va acumulando una deformación tectónica que luego se suelta durante el terremoto, de manera rápida casi abrupta, y que hace que todo lo que se deformó durante decenas o centenas de años se recupere parcialmente durante uno o dos minutos que puede durar el terremoto.
Entonces, ¿esto es lo que ocurrió el 16 de abril?
Lo que habíamos medido gracias al trabajo conjunto del Instituto Geofísico con programas del IRD, de la cooperación francesa, es que más o menos hay una deformación del orden de los 2 a 3 centímetros por año en puntos a lo largo de la Costa ecuatoriana y estos puntos están básicamente desde el norte de Esmeraldas hasta Salinas; mientras en la zona sur, en la zona del Golfo, la deformación es muy pequeña. Entonces, todo lo que está cerca a la fosa retrocedía de 2 a 3 cm por año. Si es que dejamos pasar 50 años y tenemos 3 cm lo que tenemos es que un punto dado (medido hace 50 años) hubiese retrocedido 1,50 metros costa adentro, pero es todo el continente el que está retrocediendo.
¿Por qué sucede esto?
Esto se debe a que en la zona de contacto de las placas hay un acoplamiento total o parcial que hace que mientras la placa de Nazca se mueva, la placa Sudamericana o Continental retroceda. En el momento que llega el terremoto, este acoplamiento termina y se desliza la placa Sudamericana sobre la de Nazca y al hacerlo recupera ese 1,50 o 2 o más metros que haya tenido acumulado; eso se recupera durante el terremoto, en el caso del 16 de abril eso ocurrió un minuto; este salto está relacionado con la magnitud del terremoto y con la zona donde se liberó la energía. Sabemos que la zona de ruptura o de liberación máxima de energía del terremoto está fundamentalmente entre Cojimíes y Jama y la zona de replicas está en los alrededores, fundamentalmente.
Es en este segmento de la costa centro norte del Ecuador donde los puntos fijos medidos por GPS que habían venido retrocediendo los últimos 70 años recuperaron distancia (saltaron), avanzaron hacia el mar en rangos que van desde decenas de centímetros hasta alrededor de un metro, en puntos específicos que evidencia lo ocurrido en toda la zona. Este es el movimiento cosísmico (durante el sismo). A nivel cotidiano uno no se da cuenta de que esto pasó porque todo el marco de referencia se movió; es decir, la casa, la calle, el poste… saltaron y no hay una constatación de que algo estaba atrás. Estos valores que se miden durante el terremoto, permiten modelar e interpretar el movimiento entre las placas. La modelación hecha conjuntamente con la cooperación francesa, hecha aquí y en laboratorios de Francia, muestra que en la zona de contacto se movió la placa 5 o 6 metros y arriba (en superficie) llegó hasta un metro.
¿Y el devenir de réplicas a que se debe?
Una vez que una zona de alrededor de 100 km de largo por 80 de ancho se ha movido cinco metros, las zonas aledañas tratan de igualarse, liberando la tensión que ocurrió durante el terremoto y eso se hace mediante pequeños y medianos sismos como son las réplicas que se han sentido y registrado. Esto necesita de meses y años para recuperar su equilibrio anterior.
¿Por qué hay esa seguridad de decir que cualquier réplica será de menor magnitud que el evento principal?
Estadísticamente si nosotros revisamos los grandes terremotos de la subducción en el mundo vemos que hay varias cosas respecto a los sismos que vienen después del evento principal; en primer lugar van disminuyendo en número de manera exponencial, esto puede durar meses y años; en segundo lugar, en torno a las magnitudes que se generan vemos que la magnitud máxima llega acercarse uno o medio grado por debajo del sismo principal y siempre está en la zona de nueva búsqueda de equilibrio y, por otro lado, espacialmente, está relacionado a la zona de ruptura y a las aledañas; ese es el concepto de réplica. Si fuera de una magnitud mayor ya no sería en la misma zona porque el resorte sísmico se descargó. Estaría más abajo en la placa o en los segmentos contiguos. Ahí hablamos de otro evento.
¿En el caso de Quito puede darse un evento como el del 16 de abril?
No, porque como señalaba en el caso de Jama y Pedernales son extensiones grandes que están en esos procesos, mientras que en el caso de Quito la ciudad se halla asentada en una falla geológica que no puede acumular tanta energía para que se produzca un sismo de magnitud 7.8. Sin embargo, en un evento fuerte, al estar la ciudad directamente sobre la falla, los efectos serían más fuertes, se pudieran ocasionar más daños, con terremotos de magnitudes menores al que se presentó el 16 de abril pasado. Esto es algo que debemos tener en cuenta.
Pero en la cotidianidad de la gente y en la gestión de la autoridad el tema del terremoto y de sus consecuencias se desvanece y ya no se habla de controles, construcciones más responsables, inspecciones…
No debería ser así. Hay varios temas en los cuales tenemos una deficiencia en la creación de la cultura sísmica que debe tener un país tan sísmico como es el nuestro. En primer lugar estos terremotos son parte de nuestra historia; sin embargo, en la forma cómo se recoge o reseña se olvida estos temas naturales y se enfoca, fundamentalmente, otros temas humanos como políticos, bélicos, esto hace que cuando crecemos nadie nos cuente que estamos en una zona sísmica; desde ahí empieza la necesidad de generar cambios.
Pero, luego, si vemos lo que ha pasado con el terremoto de Jama-Pedernales, se ha demostrado que hay un déficit, en general, de lo que es la industria de la construcción y cuando digo industria me refiero al proceso que va desde la idea y diseño arquitectónico más otros diseños como el estructural, pero también va desde la planificación urbana, el conocimiento del suelo, (se pueden hacer o no tal o cual estructura), las características de las regulaciones de los gobiernos nacionales y locales, el control que realice ese gobierno y también todo lo relacionado a la provisión de materiales si son de buena calidad, si hay un control de esos materiales, si hay una calidad en la mano de obra si hay rigurosidad en la aplicación de lo que está aprobado. Y en los propios dueños que no se interesan tanto, sino hasta después de estos terremotos, de la seguridad sísmica. Un factor intermedio que es importante que no se le habla mucho es el de los promotores de inmuebles, ¿cuál es su rol, en la venta de inmuebles construidos? Nadie sabe si está comprando un bien vulnerable o no. Son todos estos aspectos, todo el espectro el inicio y el final de una construcción donde hay falencias.
¿Y si se suma la informalidad en la construcción?
Peor con la informalidad que hace que se construya donde se pueda y como se pueda y se ahondan en cada cambio de autoridad, local e, incluso, nacional ya que se va legalizando la informalidad. Esto ocurre principalmente con la llegada de servicios básicos pero nunca se llega con la seguridad sísmica, lo que debería incluir es reforzar sísmicamente lo que está construido como requisito para la formalidad.
Inspecciones, evaluaciones, reforzamientos son temas pendientes tras el terremoto.
Claro, cuando viene el terremoto se pone como prioridad uno, pero cuando pasan los meses, nada más, ni siquiera años, esa tarea pendiente no se mantiene porque hay urgencias diarias, no hay réplicas y porque nosotros como ciudadanos, tal vez, nos descuidamos de mantener la presión sobre las autoridades quienes deben suscitar esto. Lo que sí nos deja ver el terremoto es la fragilidad de las construcciones formales e informales que se hacen en el país. Lo que pasó en Manabí es un ejemplo nada más, un siguiente terremoto va a mostrar iguales o mayores debilidades.
Si es que empezamos a ver de una manera más formal y con la urgencia que nos ha puesto el terremoto de Jama Pedernales, entonces planteamos que la necesidad de hacer una evaluación de la vulnerabilidad de las estructuras en las cuales vivimos, trabajamos o nos divertimos es urgente. Si hay políticas públicas que permiten e intentan generar cambios sociales y culturales: es necesario en políticas públicas en ese caso. Si los alimentos tienen un semáforo de mucho, poco o nada de contenido de cosas que, aparentemente, son perniciosas para nuestra salud, lo planteo como pregunta, podrían o deberían los edificios que todavía están en zona sísmica, en función de las potenciales aceleraciones que se tenga, tener un semáforo que muestre una calidad se verde, amarillo o rojo respecto a su proceso general de diseño construcción y aprobación, donde las políticas públicas deberían llevar a que los edificios catalogados como peligros, de uso público, mejoren sus estructuras y si es de uso privado igual tienen la obligación con incentivos que acompañe este proceso.
¿Qué tipo de incentivos?
Un edificio que puede ser reforzado con cierta técnica y sin mayor egreso económico puede tener unos tiempos cortos para hacerlo y otros que necesiten de más inversión y estudio pueden tener más tiempo, a cambio de eso se pueden hacer concesiones en términos de pagos de impuestos o una serie de políticas públicas que se pueden hacer.
Es hora de discutir el tema abiertamente en la sociedad, porque además ese es un tema que el mercado debería regular ¿por qué?, pues porque hay edificios que pueden ser catalogados como sísmicamente muy vulnerables, esa categorización implica que pierden su valor de mercado hasta que se lo refuerce y puedan recuperar sus valores. Ahí está el tema inmobiliario; este debe ser responsable de entregar un edificio vulnerable o seguro. Estos últimos tendrán mayores valores en el mercado.
Hay revisiones obligatorias como la vehicular, ¿se pudiera pensar en inspecciones obligatorias de determinadas edificaciones?
Una ley que diga que por obligación hasta el 31 de diciembre se aseguran los edificios va hacer como muchas otras políticas; pero no cambian la cultura de las personas. Eso lo hemos visto después de Bahía de Caráquez donde el impacto a una muestra de edificios importantes, hechos por reconocidos profesionales, no cambio para nada la cultura porque lo que pasó en Bahía, luego de casi 18 años, mostró que los mismos edificios se volvieron a dañar de la misma manera y otros se dañaron porque estaban sentidos con el anterior terremoto. Lo que fue claro es que la filosofía de reparación luego del terremoto fue volver a la condición anterior que era de mucha vulnerabilidad.