Redacción Sociedad
El hospital Pablo Arturo Suárez, en el sur de Quito, siente la falta de insumos médicos desde hace un mes. Juan Pasquel, quien es vicepresidente del Colegio Médico de Pichincha y tratante del servicio de anestesiología, reconoce que los pacientes compran desde antibióticos, hasta productos para revertir la respiración luego de la anestesia. “Estamos desprovistos, eso de la gratuidad que habla el Gobierno solamente es mito…”
El problema en quirófanos también se siente en los hospitales estatales Eugenio Espejo, Pablo Arturo Suárez y Baca Ortiz. En este último, los problemas más fuertes están en urología y traumatología.
Julio C. dice que desde hace ocho meses quiere operar a su hijo, porque nació con seis dedos en el pie derecho, pero hasta ahora no lo consigue. Desde Manabí viaja ocho horas en buses al menos dos veces cada mes, pero la respuesta siempre es la misma: todavía no hay cupos. “Cuando no tengo plata para venir (a Quito), solo llamo por teléfono y tampoco me dicen nada”, cuenta este padre que se dedica a la agricultura. “Los doctores indican que mi hijo no tiene prioridad, pero le duele el pie y no puede pararse…”.
El director del hospital, Milton Jijón, confiesa que hay niños que esperan hasta un año para entrar a quirófanos. Y que el represamiento comenzó porque no se renovaron los contratos del 50% de profesionales contratados con la emergencia sanitaria. “No hay genética en la tarde, no hay neurocirugía, no hay psiquiatría…
Las 40 especialidades están saturadas…”.
Esto ocurre, pese a que en enero de 2007, cuando Caroline Chang se posesionó como ministra de Salud, anunció que se crearán 4 500 plazas definitivas para médicos, enfermeras, auxiliares…
Dos años y ocho meses después del ofrecimiento, este Diario solicitó una entrevista con la secretaria de Estado, pero no respondió pese a que se envió un pliego de preguntas que pidieron sus asesores.