Cómo pudieron los economistas equivocarse tan rotundamente, se pregunta el Nobel 2006, Paul Krugman, en The New York Times, del cual es columnista.
Casi simultáneamente (septiembre 8, en Prospect Magazine), Anatole Kaletsky, columnista económico de The Times, el influyente diario conservador de Londres, se plantea lo mismo.
Recuerda que según el FMI, de 72 recesiones en 63 países, solo en cuatro los economistas la previeron con 4 meses de anticipación: “Los economistas como profesión no solo fracasaron en guiar al mundo para salir de la crisis, sino que fueron responsables primarios de conducirnos a ella”.
Krugman y Kaletsky no se refieren a los economistas que asesoran y trabajan en gobiernos y empresas, peor aún a quienes comentamos economía en los medios de comunicación, sino a los economistas en la academia, quienes investigan y contribuyen al avance de la teoría económica.
La respuesta:
“El deseo de un enfoque elegante que explique todo, que también le dio a los economistas la oportunidad de mostrar sus grandes conocimientos matemáticos” (Krugman). Kaletsky observa que hoy, ni Adam Smith, Ricardo, Karl Marx o Maynard Keynes podrían conseguir empleo en una prestigiosa universidad ni las revistas académicas aceptarían sus artículos para publicación, por carecer de rigor matemático.
En cuanto a la actual gran recesión, Krugman recuerda que el gran gurú de la escuela de Chicago, el Nobel Robert Lucas, declaró en 2003 al posesionarse como presidente de la Asociación Económica de EE.UU. que “el problema central de prevención de depresiones ha sido resuelto”.
Ambos autores señalan que al centro del problema, para que los modelos econométricos funcionen, hay que partir de dos supuestos: que el ser humano es “homo economicus”: económicamente racional, y que los mercados son perfectamente eficientes.
“De esos dos confortantes adjetivos, racional y eficiente, los victoriosos economistas académicos erigieron un enorme andamiaje de modelos teóricos, prescripciones regulatorias y simulaciones de computación que permitieron a los banqueros prácticos y a los políticos erigir torres de malas deudas y malas políticas” (Kaletsky).
Krugman, neokeynesiano, hace un llamado al retorno a Keynes, quien utilizó el término “ánimo animal” para incorporar en su teoría el comportamiento económico no racional del hombre. Kaletsky propone un enfoque universal, “con base en psicología, sociología, ingeniería del control, teoría del caos e incluso análisis freudiano”. Ambos destacan la hoy marginalizada teoría económica conductista cuyo principal exponente es Robert Shiller, y su principal obra “Exuberancia Irracional” (2000). Tiempos agitados se ciernen sobre la academia económica.