Su bicicleta es su casa. Y lo ha sido desde hace cinco años que decidió llegar al Tíbet desde su natal Suiza. No lo logró. En Turquía cambió su ruta y se fue al África. Dejó su trabajo en una oficina de viajes y se compró una bicicleta, la que usa hasta ahora. Y así empezó su travesía por varios lugares.
A mí me gusta la montaña, la aventura, pero siempre hay que calcular el riesgo. Yo no tengo miedo, estoy consciente de los peligros.Cuenta que en una ciudad la gente le lanzó piedras porque esperaban que a su paso les deje dinero, pero él no se los dio. En otra área, que él creía más peligrosa, en cambio le regalaron un vaso de leche.
Es un viajero y sabe que no tiene asegurado el hospedaje. Por eso en una de las tantas bolsas que tiene colgadas de su bicicleta lleva una carpa para descansar. Otras veces pide ayuda a los bomberos y la fuerza pública de cada región. Recuerda que en una ocasión tuvo que dormir en una celda de una cárcel. Dice: “Fue una cortesía de la Policía”.
Al otro día se levantó y siguió su rumbo. Puso a punto su bicicleta empapelada de mochilas y se fue pagando la condena de un día. Allí lleva de todo. No puede faltar una cámara para documentar su recorrido. También hay una provisión de ropa de toda clase, es decir, para el frío, para el calor, para el viento, para la nieve, para el trópico… Como va de un lugar a otro siempre debe estar preparado, y más aún cuando, a veces, cambia su ruta.
Para el entretenimiento también lleva libros y una cocina pequeña que funciona con gas. La provisión de víveres no falta, la despensa ambulante se adecúa según el país que visita, pero casi siempre están los tallarines, lentejas o arroz.
Ahora, está en el Ecuador. Hace un mes anduvo por las calles del norte de Quito, vestido para la acción.
Tiene un nuevo proyecto: cruzar la selva. Pero para eso pretende hacer una bicibote. La idea es adaptar su actual vehículo para que pueda navegar por el río Amazonas. El transporte tiene que ser lo suficientemente grande como para cocinar y dormir en el lugar que será su hogar por aproximadamente 5 ó 6 meses, que es lo que estima que durará el trayecto propuesto.
Por lo pronto, no tiene problema para comunicarse en español. Aparte de este idioma conoce seis más. Eso le ha permitido trabajar mientras hace sus recorridos. En África sirvió de guía en los safaris. Allí sus amigos le regalaron una pulsera que lleva hasta ahora.
Le dijeron que era para la fertilidad. En este continente aprendió algunos trucos con los animales. Sabe que si veía primero a un león estaba salvado, porque allí el animal huye. Lo terrible es cuando el animal es el primero en observarlo, allí ataca.
En Siria, organizaba fiestas. En Israel limpiaba casas. Y así en diferentes lugares: Suiza, Italia, Eslovenia, Uganda, Burundi, Brasil, Uruguay, Chile, Perú.
Por ahora, no ha pensado en parar su travesía. A veces dice que extraña a su familia, pero eso solo dura unos cuantos minutos. Su idea es recorrer el mundo.
Hervé Neukomm no sabe si algún día se cansará. Lo único que tiene claro es que quiere conocer lugares. No se fija metas porque dice que el objetivo no es importante sino el camino.