En el sector de Chillogallo, en el sur de Quito, en la calle Carlos Freile, ocurrió un accidente en el que dos personas fallecieron y más de 10 resultaron heridas. Foto: EL COMERCIO
En casa, los dos pequeños preguntan por mamá. No la ven desde el 1 de enero. Rocío permanece en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Carlos Andrade Marín de Quito. Tiene un golpe severo en el cerebro. Los médicos la indujeron al coma para minimizar su dolor. A sus 29 años puede quedar en estado vegetal.
Es una de las víctimas del accidente de tránsito registrado en Chillogallo, en el sur de Quito en las primeras horas del 2015. El 31 de diciembre los vecinos organizaron el baile tradicional en una de las calles del barrio. En medio de los festejos, un camión que al parecer iba sin luces -según los testigos- apareció y arrolló a la multitud. Tres personas fallecieron y hubo 12 heridos.
El parte policial señala que el conductor, de 21 años, manejaba sin la licencia y con 1,2 grados de alcohol en la sangre.
Desde esos hechos, la sala de espera del Andrade Marín es la nueva casa de los padres de Rocío García. Abandonaron sus empleos para cuidarla. Mientras uno duerme, el otro está al tanto de lo que sucede con ella. Por cinco días permaneció con un ventilador artificial y con aparatos conectados a su cerebro para monitorear su estado.
La incertidumbre les ha agotado. “Esperar te enferma, te acaba. Hasta el punto que decimos: Dios, si te la quieres llevar, llévatela, no nos tengas así”, relata su hermana Diana.
En la familia intentan que todo parezca que marcha bien. Llevan a los hijos de Rocío -de 2 y 3 años- a la guardería, hacen recorridos por el parque…pero las preguntas se intensifican con los días. ¿Dónde está mamá?, ¿Dónde está mamá?
La misma inquietud tiene Ariel (3), el hijo de Verónica Zumba. Ella está en la UCI del Hospital del Sur. El accidente la dejó en estado crítico. Perdió la memoria y no reconoce a su familia. Su mirada está perdida, trastornada; los parientes la bañan, le ayudan a comer y le cambian los pañales.
Verónica era el sustento económico de Ariel y de sus otros dos hijos, de 13 y 16 años. Su esposo falleció en otro accidente vial en el 2011. Un auto fantasma lo embistió mientras caminaba de regreso a casa.
Ella no sabe que los tres están heridos. Su familia prefiere no alterarla. Aquella madrugada del 1 de enero, Verónica estaba con ellos. Uno de los menores tiene quemaduras de primer grado. El camión lo arrastró al menos cinco metros.
Héctor Zumba, padre de Verónica, reside en La Gatazo, a 15 minutos de Chillogallo. A él le comunicaron lo que ocurrió a eso de las 02:30. “Don Héctor, a su hija le tumbó un camión”, le dijo un vecino en una breve llamada. Se trepó al carro de su hermano y fueron al barrio.
En la zona del atropello encontró escenas que considera de pesadilla: heridos en el piso rodeados de sangre, unos apenas se movían, otros gritaban del dolor, niños buscaban a sus padres, pedazos de vidrio…
Margarita Armas acompañó a Zumba esa madrugada. Vio un “cuerpo boca abajo” y se acercó para confirmar si era Verónica. Miró los zapatos y respiró. No era ella. Luego supo que la víctima era la odontóloga Rocío Sánchez, de 49 años, una de las tres personas que fallecieron en esos hechos.
Amparo Monstesdeoca es cuñada de Sánchez. Ella recuerda que a las 00:30 del 1 de enero Rocío le habló por teléfono. Le dijo que quería darle el abrazo por fin de año. Dos horas después la llamó su sobrina. “Tía, tía, mi mamá…”.
Cuando llegó a Chillogallo, un policía le tomó del brazo y la llevó a un costado de la vía. Ahí le comunicó que Sánchez había muerto. “En ese momento me quedé en ‘shock’. Poco después reaccioné y estaba de rodillas frente a mi cuñada”, relata Montesdeoca en una escuela del sur de Quito, donde imparte clases a los infantes.
Ricardo, el esposo de Rocío, también estuvo en el baile y fue uno de los heridos. Permaneció bajo evaluación médica en el Hospital del Sur. Su familia le ocultó la muerte de su esposa.
Tenía huesos rotos y los médicos recomendaron no decir nada hasta que se recuperara. Hace dos meses, su esposa le hizo una especie de revelación. Le dijo que si moría, no se dedicara a la bebida y que cuidara a sus hijos. “Parece que ya presentía algo malo”.
El tormento legal
Las largas horas en los hospitales, el dolor de ver a los heridos con tubos y cables en el cuerpo no es lo único a lo que se enfrentan los familiares. Por delante tienen el proceso legal contra el conductor detenido.
Diana García, hermana de Rocío, no quiere abrazos ni condolencias. Busca justicia, nada más. “Fue la imprudencia de un ser humano contra muchos. Es un daño colectivo a familias enteras. Un daño psicológico. Si tú me preguntas si puedo dormir: nunca”.
Margarita Armas también exige lo mismo. Ningún conductor sale con la intención de matar, pero la irresponsabilidad no puede quedar impune, cree la mujer.
La semana pasada, Zumba colgó un cartel en el que anuncia la venta de las cabinas telefónicas que administra en La Gatazo. El negocio está cerrado desde el 1 de enero y él ahora permanece día y noche en el Hospital del Sur, a la espera de la recuperación de su hija.
En el 2011, a Verónica, de 38 años, la eliminaron de la lista de beneficiarios del Bono de Desarrollo Humano. Su padre pide que la incluyan otra vez en esos pagos. No sabe cómo su hija mantendrá en el futuro a los tres menores.
Los médicos fueron claros:Verónica no será la misma tras el accidente. Tiene daños neurológicos graves. Por eso no recuerda con facilidad a su familia. Recién el jueves -ocho días después del atropello- preguntó por su hijo pequeño, Ariel.
En el Intercontinental School de Quito, los alumnos quieren saber dónde está su ‘teacher’. Rocío García enseñaba inglés en ese centro educativo. Diana no sabe qué pasará con sus dos sobrinos. Los especialistas del Andrade Marín también les dieron pocas esperanzas. La zona cerebral afectada infartó y el daño es irreversible.
En Chillogallo, a Rocío Sánchez la recuerdan como la ‘doctorita’. Egresó de Odontología de la Universidad Central. Levantó un consultorio en el barrio. El local ahora está cerrado.
Para las tres familias el 2015 se inició como una pesadilla. No saben cómo acabará…