La parroquia de Tarqui fue una de las más afectadas tras el terremoto del pasado 16 de abril. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Sus viviendas no fueron afectadas por el terremoto pero temen volver. El motivo: están cerca a otras casas que sí deben ser derrocadas, porque tuvieron daños estructurales tras el movimiento telúrico.
Esta historia es la de Teresa Castillo, quien vive 31 años en la calle 112. La mujer vivía en una casa con su esposo e hijos. Contó que la vivienda sufrió unas fisuras. No fue considerada para la demolición.
Al principio, la noticia le trajo tranquilidad pero después supo que las dos casas continuas serían derrocadas. “No puedo volver porque no tengo la garantía de que quedará bien tras la demolición de las viviendas”, señaló.
La mujer relató que tiene una niña de cinco meses y que no se arriesgará a volver a su casa.
Lo mismo opinó María Veliz, otra pobladora que no sufrió daños fuertes en su casa. La mampostería está un tanto dañada pero se puede reconstruir en unas semanas. Esa suerte no tuvo el edificio ubicado frente a su casa. “Lo van a derrocar y temo volver a mi casa. No lo haré por seguridad de mi familia y la mía”, dijo.
La incertidumbre que viven las personas de la zona cero de Manta se incrementa cuando miran la situación en la que se encuentran actualmente. Unas lonas negras, costales, mallas y telas formaron sus carpas luego del terremoto del sábado. Se suma la falta de una ducha.
“Necesitamos una ducha porque tenemos que bañarnos en la calle por la noche para evitar que la gente nos observe”. Así lo relató María Zambrano, pobladora.
Para ella, es necesario que la ayuda llegue de mejor manera porque los camiones llevan la ayuda a sectores específicos y no se entrega a todos, comentó.
En Tarqui, la situación todavía es compleja. Los comerciantes aún sacan los productos de sus locales. Esperan buscar otros espacios para reactivar su economía.