Hace 100 años celebramos el Centenario de la insurgencia quiteña en medio de una profunda crisis. Había caído el alfarismo, se consolidaba el poder de la burguesía; la reforma liberal seguía su pedregoso curso cruzada por regionalismos y una fuerte oposición de la Iglesia y los terratenientes serranos.
La crisis cacaotera de 1912 era un hecho; la banca tomó el control del país. “Durante los años del ‘boom’ (cacaotero) las enormes ganancias de los comerciantes y banqueros apenas fueron invertidas en actividades productivas; en su mayoría se destinaron al consumo suntuario y a las inversiones en Europa”. La respuesta popular no se hizo esperar, surgió el gran movimiento obrero artesanal; cayó la plutocracia. Paralelamente, un recuadro en el texto nos brinda información sobre cómo vivían los estratos de las sociedades de entonces.
En pocas e inteligentemente redactadas páginas nos enteramos de este momento histórico a través del ‘Manual de Historia’ editado por Enrique Ayala en dos tomos (2008, U. Andina/Corporación Editora Nacional).
Distinto a manuales anteriores como los de Óscar Efrén Reyes o Gabriel Cevallos García, este cumple con la demanda de un nuevo tipo de conocimiento y difusión de nuestra historia e incluye una multiplicidad de actores y colectivos sociales con respuestas múltiples a un mismo fenómeno.
Nos presenta una historia, no desde el poder y lineal, sino desde el conflicto, desde la lucha de clases, las mujeres o los negros, lo público y lo privado, la urbe o el campo. Es un manual que nos llena de interrogantes, nos da pistas para nuevas reflexiones, ‘abierta’ al decir de Umberto Eco, o desde la invención de la tradición según Hobsbawn.
Decenas de ilustraciones pertinentes, ventanas de profundización, tablas demográficas o de la deuda externa, enriquecen el libro. De lectura ágil y cuidados textos, los autores han trazado un nuevo camino para el conocimiento de la historia patria por parte de maestros y bachilleres, auxiliar indispensable para universitarios.
Es un texto basado en fuentes escritas y orales, como es de rigor, sin embargo, me hace falta el conocimiento de nuestra historia a través de la visualidad, su cultura visual en términos muy amplios, no solo como ‘ilustradora’ del texto, sino en su intrínseca dimensión.
Recordemos que en un país mayoritariamente iletrado, la imagen creada ex profeso desde el poder, y su respuesta o contrarréplica desde los sectores subalternos, es crucial para enriquecer y ampliar la lectura de la historia nacional. Acompaña al texto el singular proceso de adiestramiento a maestros que tiene por objeto enlazar este manual con quienes difunden sus contenidos en las aulas. En este periplo nacional encontré a Ayala y su ‘Manual’. Enhorabuena!