El establecimiento del Centro se inauguró oficialmente en abril de 2019. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
En el extremo sur del antiguo Hospital San Juan de Dios, donde antaño se levantaba el espacio destinado para los pacientes terminales y salas de velación, está la recién inaugurada biblioteca del Museo de la Ciudad. Esta, ahora en instalaciones modernas con toques patrimoniales, alberga joyas históricas de Quito.
Un fondo de unos 30 000 documentos se aloja en la antigua casa de salud, en principio llamada Hospital de la Santa Misericordia de Nuestro Señor Jesucristo de Real Patrocinio. El establecimiento funcionó entre 1565 y 1974. La construcción que se levantaba donde ahora funciona la biblioteca se fue abajo en la década del 40.
No fue sino hasta que se intervino el edificio, tras 20 años de abandono, que se logró ver una nueva cara del predio. Las obras, recapitula Víctor Mesías, mediador del Museo, empezaron en 1994 y duraron cuatro años, hasta que en 1998 se abrió a la comunidad.
En el edificio renovado, en principio, se contaba con un centro documental, que se convirtió en la biblioteca. Esta se inauguró oficialmente en el cierre del Encuentro de Bibliotecarios que se desarrolló del 25 al 27 de abril.
Al pie de la Virgen de El Panecillo y a unos metros de la calle La Ronda, entre los textos que se acogen en la biblioteca están 54 tomos de medicina, en los que consultaban los médicos del antiguo hospital. En estos, aunque la mayoría está en francés, se puede ver de cerca las técnicas de medicina de la época, enfermedades, síntomas y tratamientos. Hay incluso de Química, Minerales, Farmacia, etc.
Entre los documentos están las réplicas de los registros que reflejan la memoria de la casa de salud: inventarios de los bienes, manejo de las cuentas de los hermanos Bethlemitas, atención a los pacientes, reclamos y mucho más.
Se guardan textos, por ejemplo, del desarrollo de la arquitectura de la capital. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Los originales, detalla Eliza Velata, responsable del establecimiento, están en la Biblioteca Carlos Rolando, en Guayaquil. La historiadora Mireya Salgado lideró el equipo de investigación. Participaron Jorge Moreno y Nancy Morán.
Moreno, docente de la U. Católica, comparte que el levantamiento de la información arrancó en el 2000. Una de las hipótesis para que los documentos estén en Guayaquil: un antiguo administrador del hospital los vendió a un anticuario. Los folios reproducidos, entre 3 000 y 5 000, dan cuenta, por ejemplo, de que las enfermedades gastrointestinales eran las más recurrentes.
Otra de las joyas de la biblioteca es el fondo donado por el Centro de Investigaciones Ciudad (ONG dedicada a investigar, capacitaciones, etc.). Este constituye el grueso del material y consta de unos 26 000 libros, revistas, tesis. Eran parte del centro de documental de la organización.
Mónica Manrique, exbibliotecaria del sitio, da cuenta de que el fondo donado incluye material recopilado desde 1977, cuando surgió la organización, con unos 10 arquitectos a la cabeza. Entre las temáticas: arquitectura de Quito y otras ciudades, urbanismo y planificación urbana. Como parte de la donación hecha en el 2013, hay tesis de arquitectos reconocidos como Hernán Burbano, Fernando Carrión… Muchas están elaboradas en máquina de escribir, con planos y mapas hechos a mano.
Y buscando en las estanterías se pueden descubrir documentos con el detalle del desarrollo de barrios como el Comité del Pueblo, La Roldós, Lucha de los Pobres.
Hasta la biblioteca llegan principalmente investigadores y estudiantes. En principio, se registró un promedio de cinco por día. La premisa, alude Christian Monsch, coordinador (e) del Museo, es que la comunidad en general sea parte de este espacio cultural vivo.
Monsch adelanta algunas metas, como generar un centro de investigación, que enlace la biblioteca, con la reserva del museo y el archivo histórico de este. Y el 8 de julio, la biblioteca saldrá al espacio público, como parte de la iniciativa municipal Quitunes, desde las 19:00.
Velata detalla otro objetivo: abrir los sábados. La motivación es continuar difundiendo la historia desde la vida cotidiana de la capital.