Silvia Aguas acudió el martes al Hospital Carlos Andrade Marín, del Seguro Social, para sus controles periódicos. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Cuando la enfermera le toma la presión, Silvia Aguas siente temor. Le preocupa que el tensiómetro marque más de 140/90, que indicaría que su presión subió. Lo normal -le dijeron- es 120/80. A Silvia, 34 años, hace meses le diagnosticaron hipertensión arterial. El martes llegó a 140/82.
La hipertensión se produce cuando los vasos sanguíneos tienen una tensión alta persistentemente, lo que los daña. Cuando el corazón late, bombea sangre a los vasos y estos, a todo el cuerpo. La tensión es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de los vasos (arterias) al ser bombeadas.
En el mundo, uno de cada cinco adultos tiene la tensión arterial elevada, un trastorno que provoca la mitad de las defunciones por accidente cerebrovascular o cardiopatía.
Complicaciones derivadas de la hipertensión, como las citadas, son la causa de 9,4 millones de defunciones cada año, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), que declaró al 17 de mayo de 2019, Día Internacional de esta patología. Por lo que durante esta semana se desarrollan charlas en los centros médicos.
En Ecuador, este mal está entre las 10 causas de muerte; tuvo 3 409 casos en el 2017. Similar a lo registrado en el 2016, con 3 487. Son cifras de los anuarios de Estadísticas Vitales del Ministerio de Salud. No hay datos actualizados.
Desde su primer embarazo, Silvia presentó algunos síntomas de esta enfermedad. El incremento de la presión, la taquicardia y los dolores de cabeza eran parte de sus días, pero no le generaban grandes molestias. Por ello no se controló adecuadamente.
“Esto ocurre porque la hipertensión es un mal silencioso”, explica Giovanni Escorza. El especialista dirige la Unidad Técnica de Cardiología del Hospital Carlos Andrade Marín, del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS).
“Las tres cuartas partes de los pacientes no presentan síntomas, es decir, el 75% no sabe que tiene esta enfermedad”, por lo que no se toman las medidas del caso; sin embargo, los órganos van dañándose.
Ahora Silvia, quien está embarazada por segunda ocasión, debe seguir un tratamiento riguroso. Implica la ingesta de dos pastilla diarias, control constante de la presión y una dieta saludable para evitar la pérdida del bebé y de su vida.
Años atrás -explica el médico- la enfermedad tenía alta incidencia en adultos de más de 60 años; ellos eran el 40% de pacientes. Lo señala también la Encuesta Sabe II, levantada en el 2010 (último dato registrado). Hoy ya se reporta en adultos jóvenes como Silvia, de 34.
El cambio obedece a que las personas han variado su estilo de vida. La mala alimentación basada en comida con demasiada sal o grasas, la obesidad y el sedentarismo inciden. Además, el consumo de alcohol y de tabaco, así como el estrés.
Así lo vivió Hernán Vásquez, de 57 años, 19 con hipertensión crónica. En este tiempo ha aprendido a cuidar de su salud, es decir, se alimenta sanamente y es disciplinado en la toma de seis medicamentos.
No siempre fue así. Al principio no acudía a controles; por lo que seguía consumiendo las denominadas comidas rápidas o chatarra. De este modo, su salud se deterioró y adquirió una insuficiencia renal.
A diario se realiza la diálisis peritoneal en casa, que implica conectarse a una máquina durante 10 horas, para limpiar su sangre. Sus riñones ya no pueden hacer esa función. Además, espera un trasplante.
Pero lo principal -afirma este paciente del Hospital Carlos Andrade Marín- son los cuidados básicos en la alimentación.
Un hipertenso debe disminuir el consumo de sal y grasas. No eliminarlos porque el cuerpo necesita una pequeña cantidad de sal, según la doctora Sandra Ojeda, líder del Servicio de Cardiología del Hospital del IESS Quito Sur.
“Se trata de mejorar la alimentación de la persona. Hay que disminuir la sal, por ejemplo, para que pueda ingresar al cuerpo de forma correcta”.
Los chequeos médicos anuales son parte de las recomendaciones que realizan cardiólogos como Vladimir Ullauri, jefe del Departamento de Medicina Interna del Hospital Metropolitano de Quito.
Una persona sana debiera someterse a un chequeo preventivo cada año. Pero si ya tiene hipertensión es necesario que acuda cada seis meses.
Algunas de las consecuencias de la hipertensión la sufren las arterias, que se endurecen a medida que enfrentan la presión alta. Por ello se hacen más gruesas y eso puede dificultar el paso de la sangre, con el paso de los años.
En el caso de Silvia y de Hernán, no se logró controlar a tiempo la hipertensión, por lo que deben tomar fármacos.
La esposa y las dos hijas de Hernán lo apoyan. Además ayudan en el proceso de diálisis peritoneal. Una experiencia similar vive Silvia, quien dejó de trabajar por lo delicado de su embarazo. Y se cuida, como le pidieron los médicos.
En el país, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, Ensanut 2012, reflejó que la prevalencia en la población de 18 a 59 años era de 9,3%. En mujeres el riesgo aumenta luego de la menopausia; en hombres es pasado los 40 años.