Redacción Tulcán
El mal olor invade el estrecho patio del camal de Tulcán. En dos tinas plásticas y en un balde blanco flotaban restos del ganado que se faenó.
En el piso, junto a un cuarteado mesón de cerámica, quedó la cabeza de uno de los animales sacrificados. En otra mesa de madera desgastada se colocaron restos de vísceras, cerca de una balanza nueva de metal. Los perros callejeros que deambulaban por el camal ingresan al sitio de faenamiento, husmean y salen.
La organización
El faenamiento de reses y de cerdos en lugares inadecuados pone en riesgo a la salud del consumidor. Es peligroso el contagio de enfermedades como la salmonelosis, que afecta al ser humano.
La Asociación de expendedores de carne de Tulcán tiene 100 miembros. Ellos venden en locales arrendados.
La Comisaría Municipal pidió a los expendedores utilizar balanzas electrónicas. Hugo Morales, expendedor de carne, se queja por la insalubridad del sitio. “Los perros se pasean por el lugar y no hay un carro adecuado para el traslado de la carne faenada”. Él alquila una camioneta y en el cajón de madera moviliza las reses hasta su puesto en el Mercado Central de la ciudad.
En el camal, a diario se faenan 20 reses. Enrique Pozo, médico veterinario, garantiza la calidad de la carne. “Se hace un chequeo a los animales y se pide las guías de movilización”.
Sin embargo, una auditoría que realizó Procanor hace dos años en los cinco camales de la provincia, concluyó que ninguno reunía las condiciones adecuadas para el faenamiento.
“No tenían cuartos fríos ni furgones para el traslado de las reses sacrificadas”, contó Katherine Flores, coordinadora de monitoreo del programa Procanor.
La entidad, en convenio con los Municipios, intervino en los camales de los cantones Mira, Espejo, Montúfar y de la parroquia Julio Andrade. Se acondicionaron los cuartos fríos y se habilitaron vehículos con refrigeradoras para el traslado de la carne.
En el camal de Montúfar, Estela y Magdalena Cumbal trabajan sobre mesones limpios. Allí lavan los cerdos sacrificados. Ellas utilizan botas de caucho, guantes, gorras y un delantal de plástico. El agua que cae al piso va directo a unos sumideros.
En Espejo se invirtieron USD 38 600 en el mejoramiento del despostadero. Édgar Herenbas, administrador del Camal Municipal, reconoció que todavía se sacrifican animales en mataderos clandestinos.
En este camal se faenan diariamente cinco reses y la carne se moviliza en un carro refrigerado. Por cada animal despostado los expendedores pagan USD 8.
Este sistema de faenamiento es ajeno en Tulcán. Flores cuenta que los funcionarios del camal dijeron que se cambiarán de instalaciones y que no era pertinente intervenir en adecuaciones. Pero el Municipio de Tulcán ni siquiera tiene un terreno para el nuevo despostadero.
Fausto Revelo, comisario Municipal, dijo que las inspecciones tienen como propósito verificar que el personal utilice la vestimenta adecuada.
“La vigilancia sanitaria es potestad de la Dirección de Higiene o de la Comisaría de Salud”. Los expendedores de carne de la ciudad pidieron al Municipio que les transfiera la administración del camal.