No debiera quejarse el Gobierno de que la población, la gente, el pueblo -si se permite usar este término- critiquen el incremento al impuesto a las herencias. Bien pudiera tener razón el Gobierno en decir que el porcentaje de afectados es mínimo, pero también debiera ‘permitir’ que exista el derecho a la duda.
En la entrevista que publicó este Diario el domingo, el presidente de la Comisión Legislativa que tratará la reforma a la Ley de Herencias, Virgilio Hernández, decía que son los medios y los agentes de opinión los que ayudan a construir un sentido común en el que los pobres avalan y defienden el interés de los ricos. Y eso, dijo, está ocurriendo.
Esta interesante teoría del marxista italiano Antonio Gramsci podría ser refutable porque el sentido común también sabe que históricamente los impuestos han sido repudiados no solo por los ricos, sino también por los pobres. Y no es necesario remitirse a los medios y a los agentes de opinión.
Solo bastaría revisar las Sagradas Escrituras -más aún en estos tiempos de fervor católico por la venida del Papa-. Jesús llamó a Mateo para ser su apóstol precisamente porque era un cobrador de impuestos y, si se lee el Evangelio según San Mateo, para los judíos de la época ese trabajo incluso era sinónimo de pecado. Si quien lea estas líneas no cree en Dios, podría remitirse a leyendas populares. Y el mejor caso era el de Robin Hood, por ejemplo, para saber que los héroes eran esos bandidos que atacaban en el camino a quienes venían de recaudar impuestos a los ricos.
Obviamente, son tiempos distintos. Mateo cobraba impuestos para el imperio romano, por ejemplo. Pero entre el repudio a la acumulación, que deriva de las lecturas del francés Thomas Piketty -tan en boga- y lo que reveló el Presidente el martes en Guayaquil de acabar con las empresas familiares es un desincentivo para quien piense en el futuro suyo y el de su familia, ese núcleo sagrado cuya función quedará, entonces, para educar en valores sobre la sexualidad. Lo demás será simplemente heredar el reino de los cielos.