Justamente cuando el Gobierno se apresta a celebrar ruidosamente sus tres años en el poder, se produce un cisma importante dentro del movimiento oficialista, luego de la renuncia de Fander Falconí como canciller y como vocero de las negociaciones para mantener el petróleo del campo ITT bajo tierra.
A la salida de Falconí se sumó la dimisión de dos importantes personajes de la lucha ecológica: Yolanda Kakabatse y Roque Sevilla, cuya experiencia y credibilidad es valorada en los foros ambientales más importantes del mundo.
¿Cómo se explica que un vibrante discurso del Mandatario en su cadena sabatina haya producido una crisis que no solo afecta a la unidad del movimiento oficialista sino, fundamentalmente, a la continuidad de una propuesta innovadora y creativa que pudo situar al Ecuador y al propio Jefe de Estado en una posición mundial relevante?
Justamente eso es lo que Rafael Correa debe explicar a los ecuatorianos, más allá de subestimar la salida de uno de los cerebros ideológicos que articuló y consolidó el proyecto de Alianza País y que, incluso, fue uno de los promotores de su candidatura presidencial.
Por transparencia y honestidad con sus mandantes, como suele decir el propio Jefe de Estado, todos los ciudadanos tienen derecho a conocer cuáles fueron las razones de fondo para que desde Carondelet se haya torpedeado el proyecto poniéndole trabas a pocas horas de que se concretara la frustrada negociación.
Queda mucho por reflexionar sobre el impacto de esta crisis, pero es necesario que se explique inmediatamente si el cambio de rumbo obedece a intereses petroleros, como mencionó ayer el Canciller saliente sin dar detalles, y si la explotación del petróleo del Yasuní obedece a una visión pragmática de contar con recursos.