Eduardo Aguirre Maldonado
En el último fin de semana tuve la oportunidad de mirar ¡a los tiempos! un muy buen programa de televisión conducido por Andrés Carrión, con la participación de Fernando Buendía, Jorge Rodríguez, Marcelo Merlo y Marco Flores.
El tema fue el modelo económico del Ecuador y los conceptos vertidos constituyeron un verdadero aporte al conocimiento que todos los ecuatorianos deberían tener.
Debo resaltar la equilibrada selección de los invitados que hizo interesante el debate de ideas, contrapuestas, pero sustentadas. De las intervenciones quisiera destacar la observación de Fernando Buendía respecto a la necesidad de que se reconozca el cambio en el modelo económico que la Constitución aprobada por mayoría abrumadora dispone y que promueve una mayor intervención del Estado en la economía, por el ‘buen vivir’.
Las intervenciones ponderadas de Marcelo Merlo respecto a la poca viabilidad de la propuesta del Gobierno para aplicar inmediatamente un salario mínimo de USD320, sustentado en una comparación entre la relación salario e ingreso per cápita del Ecuador y EE.UU., me pareció bastante razonable.
Jorge Rodríguez, al final de sus intervenciones, acertó con la identificación del problema económico del Ecuador cuando dijo que estaba en general de acuerdo con los grandes objetivos del Gobierno, pero que lamentablemente, sus ‘operadores’, es decir, el equipo de trabajo, es realmente mediocre y eso ha impedido una aplicación correcta del modelo, lo cual exaspera al Presidente.
Añadiré de mi parte que esa mediocridad es la asignatura pendiente del Gobierno, sobre todo en el sensible sector financiero, que puede traer graves complicaciones en el mediano plazo.
Marco Flores, consecuente con su enfoque ideológico, argumentó la necesidad de promover la inversión externa, la seguridad jurídica y la productividad, bajo un modelo económico abierto.
Como ecuatoriano preocupado por los problemas del país, me parece deben promoverse con mayor frecuencia y en mejores horarios estos debates que son de ayuda a los gobernantes y motivantes para los ciudadanos comunes. Tanto que me decidí a ejercer mi derecho a la libertad de expresión.
¿PROHIBIR LA LECTURA?
Fabiola Carrera Alemán
Se dice y, con sobrada razón, que un pueblo que lee es un pueblo culto, con suficiente capacidad de raciocinio y discernimiento. La lectura es, por ende, un poderoso medio para educar a la gente; cosa que, lastimosamente, en nuestro país se está volviendo una utopía, tanto por el permanente encarecimiento de los insumos: papel, cartulina, tinta, etc., como por la prohibición gubernamental de solicitar libros en las escuelas y colegios del país, so pretexto de un mal entendido ‘ahorro’ para el padre de familia; aun a sabiendas de que, todavía y por suerte, existen muchos niños y jóvenes para quienes la lectura constituye un verdadero deleite.
En tal virtud, esta debe ser una decisión adoptada entre maestros, alumnos y padres de familia. Prohibir la lectura es un incalificable atentado contra la salud mental de los seres humanos y un verdadero atropello a la inteligencia. Sabemos bien que leer es fortalecer el espíritu, conocer el mundo y sus realidades, viajar a través del tiempo y del espacio, recrear la mente, ampliar nuestros horizontes culturales; en fin, la lectura constituye un rico e inagotable ‘maná’ para nutrir el alma. No permitamos jamás que nada ni nadie nos coarte la posibilidad de leer.
Maestros: incentivemos en nuestros alumnos el amor a la lectura, apoyando, consecuentemente, al talento nacional; pues no cabe duda que con estas medidas lo único que se está logrando es matar la creatividad de los escritores, desmotivándolos, paulatinamente, a realizar su trabajo literario en beneficio de la educación, la patria y el mundo.