Olga Imbaquingo. Corresponsal en Nueva York
‘El mundo está al revés y se le ha metido el diablo bajo la camisa y si no ¿cómo se explica la muerte de ese niño de solo 9 años?”, comenta Winifred Blaker, mientras refiere que se le congelaron los huesos del frío de tanto esperar el bus en el pueblo de Hackensak, en New Jersey.
Si Blaker habría estado una media hora antes en la iglesia Trinidad, que está a dos cuadras de la parada del bus, tal vez no volvería a insistir en esa pregunta. “Simplemente porque no hay respuesta humana para entender esta tragedia”, como lo dijo el sacerdote durante la homilía que dio el adiós final a Anthony Maldonado, hijo de padres ecuatorianos.
El presunto agresor
El Servicio de Detención Provisional es cuestionado por este caso, pues el presunto asesino, Alejandro N., quien padece esquizofrenia, salió con libertad provisional. Debía volver al lugar el 29 de diciembre, no lo hizo y el 2 de enero ocurrió el crimen.
Alejandro N., de 25 años , está preso. Según el diario The Record, el 24 de diciembre acudió al médico, quien le prescribió medicinas para apaciguar sus alucinaciones de ser constantemente perseguido por ratas y arañas.
El niño, de sonrisa exultante en la foto que sus familiares pusieron en su ataúd cubierto de blanco, fue mortalmente apuñalado la madrugada del pasado sábado por Alejandro N., en uno de los departamentos del inmenso complejo de Morningside Heights, en Manhattan.
“No les queda más que abrazarse a la fe para superar este cruel arrebato”, les dijo el sacerdote no solo a los familiares, sino a sus compañeritos de distintas etnias, profesores y padres de familia, la mayoría ecuatorianos, en la misa.
La eucaristía a momentos fue en inglés, para que los recuerdos que el sacerdote tenía de Anthony se entiendan. “Era un niño que tenía el carisma de hacer amigos fácilmente. Nunca dejaba de reír y siempre me decía ‘hola padre’. Lo bautizamos aquí y aquí le decimos adiós a nuestro hermanito, para que vaya a reunirse en el banquete del señor”.
Con los ojos visiblemente llorosos, las mamás abrazaban a sus hijos. “Suerte la que tenemos nosotros, que aún los podemos acariciar, ella (Dolores Juela, la madre de Anthony) ya no lo tiene y me da mucha tristeza su sufrimiento. Pero esto nos debería llamar a la reflexión de con quién dejamos a nuestros hijos”, dijo Yolanda Naranjo, una habitante de Hackensak, a la salida de iglesia.
Fue un momento de plegarias y de solidaridad donde se hizo fila para ofrecerle la paz y aliento a la madre, visiblemente afectada y demacrada de tantas lágrimas. “Estamos hundidos y no sabemos cuándo vamos a levantarnos de esta tragedia”, insistió Santiago Roldán, familiar del pequeño.
Unas 120 personas acudieron a despedir el cuerpo de Anthony y la Policía llegó desde muy temprano para guiar la caravana motorizada, que llevó el cuerpo del pequeño hasta la iglesia y desde allí hasta el cementerio.
“Hasta en el velorio que se realizó la noche anterior pude notar que un policía hizo fila para darle el sentido pésame a la madre”, contó Walter Sinche, de la Alianza Internacional Ecuatoriana.
2 años
estuvo detenido el presunto agresor, Alejandro N., por una condena de asalto.
La muerte del pequeño acaparó titulares de la prensa escrita y de la televisión, en inglés y en español, por ser un crimen sin sentido, que quizá se oculta en las entrañas de la esquizofrenia, una enfermedad mental que le fue diagnosticada a Alejandro en 2002.
Ayer volvieron los canales de televisión y la prensa del área de New Jersey a cerrar el capítulo de la corta vida de un niño que fue a pasar unos días al departamento donde vivía su tío Carlos Juela y donde encontró la muerte violenta jugando videos.
A la salida de la iglesia, el dolor no miró géneros ni edades: hombres y mujeres sin miedo a las cámaras lloraban y Esperanza Pérez, quien prestó su privilegiada voz para los cánticos, se lamentaba de que “ahora haya dos madres que han perdido a sus hijos para siempre”.
La una es Dolores y la otra, Antonia N.; su hijo está en la cárcel como sospechoso del crimen y esta vez, tras sortear 12 arrestos menores, se quedará allí de por vida.