El perfil necesario es aquel que promueve el espíritu crítico del maestro y fortalece su compromiso para transformar la realidad. Es un docente con mentalidad científica y social, que asume y practica valores morales y éticos destinados a acabar con el ‘establishment’.
La nueva era de la información, del conocimiento y de las comunicaciones generan una multitud de escenarios de aprendizaje más dinámicos. Este antecedente impone la necesidad de un docente que maneje las nuevas tecnologías para lograr en sus estudiantes diversas posibilidades de desarrollarse.
También vivimos en una sociedad conflictiva y problemática, que se refleja al interior de la comunidad educativa. Se dan focos de tensión con padres, con estudiantes, con autoridades. Son temas frecuentes y complejos de tratar con los alumnos de las minorías, los estudiantes especiales y los escenarios de violencia. Se requiere, por lo tanto, un docente negociador de conflictos, un facilitador capaz de crear un clima sinérgico.
Un docente educa así a sus estudiantes y privilegia su formación integral como seres humanos críticos, propositivos, creativos y comprometidos con la transformación. Personas que utilizan la preparación adquirida en la producción de nuevos conocimientos de utilidad social para integrar a la sociedad a los sectores marginados; que están provistos de herramientas para generar una mayor productividad económica en beneficio de todos.
Obviamente, hay que aclarar que la construcción del nuevo perfil docente, sin un acompañamiento de una política de equidad social y económica, es estéril.