Foto referencial. Rueda de prensa del canciller Guillaume Long sobre el pronunciamineto oficial del gobierno de Ecuador frente a la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, el pasado 30 de agosto del 2016. Foto: Pavel Calahorrano/EL COMERCIO
Para el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, José Serra, las reacciones a la destitución de Dilma Rousseff han sido más fuertes en el exterior que en el país. Y dijo que las protestas, en la calle, “hacen mucha bulla, llaman la atención, pero no son prácticamente nada”.
El canciller Serra, en entrevista con el diario El País, de España, habló sobre las críticas de los países que retiraron a sus embajadores: Ecuador, Bolivia y Venezuela.
Según Serra, estos tres gobiernos “tienen sus problemas internos, y una buena manera de distraer de ellos es referirse a la experiencia de Brasil”. E, incluso, agregó que “particularmente Bolivia y Ecuador podrían aprender a hacer democracia con lo que ha pasado en Brasil”.
Ante lo dicho por el canciller Serra, su par ecuatoriano respondió anoche. A través de su cuenta de Twitter dijo que la experiencia democrática en el Ecuador “nos ha enseñado que el voto del pueblo es soberano” y que eso no fue lo que aconteció la semana pasada en Brasil, “donde se irrespetó la voluntad de los 54 millones de votantes que eligieron a la presidenta legítima Dilma Rousseff”.
Calificó las declaraciones del Ministro de Exteriores como “el cinismo y la sinvergüencería en su máxima expresión”, ya que dijo se trata de la palabra de un “canciller de facto”.
El canciller Long repitió lo que había dicho el día en que el Senado aprobó el impeachement: “con la destitución de Dilma, sus opositores consiguieron lo que no fueron capaces de hacer por medio de las urnas: poner fin a 13 años de gobierno democrático y popular”.
E insistió en que, para lograrlo, “usaron un procedimiento falseado que no cumplió con el requisito fundamental de probar que la Mandataria haya cometido delitos de responsabilidad”.
Para Mauricio Gándara, diplomático ecuatoriano, el Ecuador tiene poca autoridad para criticar el proceso de destitución de Rousseff. Y recuerda que en 2005 el Congreso destituyó a Lucio Gutiérrez en 11 minutos, desde la sede de Ciespal, y puso como presidente a Alfredo Palacio. De quién el presidente Rafael Correa pasó a ser ministro.
Gándara acepta su propia vinculación con dicho Gobierno. Pero dice que no se puede comparar con el proceso legal de varios meses que se llevó a cabo en Brasil.
El Gobierno ecuatoriano fue el primero en reaccionar. El canciller Guillaume Long condenó lo sucedido y lo calificó como un golpe de Estado ejecutado desde el Senado. Ahí confirmó el llamado a consultas al encargado de negocios en Brasilia, que lideraba la Sede desde mayo. Por lo que la relación bilateral quedó a nivel del Tercer Secretario, una medida diplomática “muy fuerte”.
De todas formas, los comentarios más duros de Serra fueron contra Venezuela: “es pura provocación. Creo que el Régimen venezolano no merece ningún respeto, porque es un Régimen antidemocrático que desorganizó el país”.
Serra explicó que “está claro que el impeachment es un proceso traumático, siempre, en un régimen presidencialista”. Pero aclaró además que “en el parlamentarismo el cambio de gobierno es la solución, no el problema”.
Para el Canciller brasileño, la destitución de Rousseff fue un proceso inevitable, porque “hubo una transgresión, gastos no autorizados por el Presupuesto. Es un delito, y la Justicia lo respaldó”.
Mientras tanto Long insistió en que no fue legítimo. Afirmó que la oposición consiguió, a través del Senado, ponerle fin a trece años de un gobierno progresista.
Gándara comparte el rechazo de Serra a estos comentarios y aclara el escenario: los únicos en reclamar fueron Ecuador, Bolivia, Venezuela, Nicaragua y Cuba. “El mundo entero, salvo estos compañeros, lo ha reconocido”. Y recuerda que el nuevo presidente Michel Temer y su canciller están precisamente en China, en la Cumbre del G20, “saludando con todos (los más fuertes del mundo) y nadie le ha puesto reparos”.