La avioneta Cessna 206, matrícula: HC-CLR, que cayó el martes 18 de octubre en Sauces 1, norte de Guayaquil, habría tenido una falla en el motor, y pese a ello el piloto nunca perdió el control y pudo maniobrar la aeronave sin que haya un mayor impacto.
Así lo notificó a EL COMERCIO una fuente amiga de los fallecidos en el accidente, ocurrido a las 15:34 al pie de un parque del norte de Guayaquil.
Hernán Carrera, subdirector zonal de la Dirección de Acción Civil, ratificó que la avioneta partió de Manta hacia Guayaquil y que ya en tráfico el piloto reportó un problema eléctrico 30 segundos antes del choque.
El incidente recuerda a los pilotos de Guayaquil cuán vulnerable es el territorio urbano al tener su aeropuerto cerca de la zona habitada. Así lo explica el piloto Miguel Verzola, quien con siete años de experiencia en este campo hoy se dedica a vuelos comerciales y es asistente de despacho en temas aéreos.
El tránsito sobre la ciudad es inevitable, porque el aeropuerto está allí para arribo y despegue. De allí que en caso de una emergencia sea imprescindible sobrevolar la ciudad, y es peligroso, añade.
Un reglamento para la altura
La actividad de avionetas es muy común en Guayaquil. Es una ciudad que tiene camaroneras que realizan constantes sobrevuelos y donde el servicio de taxi aéreo es diario, además de los vuelos de carga, pero siempre bajo normas.
Verzola explica que, al estar el aeropuerto en el perímetro urbano, las aeronaves están obligadas a transitar el área habitada de la urbe, siempre a una altitud no menor de 1 000 pies, esto es 340 metros. “Para ello hay protocolos y procedimientos de seguridad que deben respetarse sin fallas, pues por esta realidad la ciudad es demasiado vulnerable para vuelos”, indica.
Entre esos protocolos cita, por ejemplo, la obligatoriedad de tener contacto visual con la ciudad completamente. De allí que no esté permitido volar con esas aeronaves si hay nubosidad. En cuanto a la altura, lo que se garantiza con esa norma es poder tener facultad para resolver situaciones de emergencia, pero no es garantía, como lo ocurrido el martes.
“Una maniobra espectacular”
El territorio urbano de Guayaquil es utilizado estrictamente para tránsito. Fuera de la ciudad, en vía a la Costa o el sector de Lomas de Sargentillo, siempre fuera de las 10 millas náuticas, en cambio, sí hay sectores para practicar.
A propósito de la emergencia, sin embargo, el piloto de la avioneta debió aplicar lo que sus colegas han calificado como “una maniobra espectacular”, pues evitó daños mayores y “nunca perdió el control del avión, sino que planeó hasta donde más pudo”.
Se ratifica desde los expertos, que prefieren no ser citados, por el luto que vive el gremio, que consta en videos que la hélice da vuelta, pero no tiene potencia, es decir, se presume que el que dejó de funcionar fue el motor.
La avioneta pertenecía al capitán Édgar Rosero, quien junto con el también capitán Juan Guzmán, falleció en el siniestro. A ellos les sobrevivió el capitán Christian Almendáriz, quien fue el piloto y sigue hospitalizado.
La Junta Investigadora de Accidentes analiza la causa del siniestro. La aeronave estaba al día con los permisos y se dedicaba a labores aéreas de carga y movilización de personas.
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