El tratamiento de las 260 personas privadas de la libertad (ppl) comenzó hace un mes, cuando fueron diagnosticados con serios problemas de adicción, principalmente a la heroína. Foto: Gabriel Proaño / EL COMERCIO
Todo ese maquillaje blanco no lograba ocultar la sequedad de su rostro. Y aquel traje blanquinegro parecía flotar en su escuálida figura.
Pero Raúl no quebrantó los principios básicos del mimo: no dijo palabra alguna -al menos no frente al público- y sonrió siempre, pese a su condición.
Al atravesar la puerta del pabellón de atención prioritaria, en el Centro de Rehabilitación Social de Varones de Guayaquil, Raúl fue el encargado de dar la bienvenida. Lo hace vigilado por un montón de policías y guías.
Él es parte de las 260 personas privadas de la libertad (ppl) que pasan por un proceso voluntario de desintoxicación y deshabituación del consumo de drogas, como anunció este martes 29 de septiembre del 2015 la ministra de Justicia, Ledy Zúñiga.
Su tratamiento comenzó hace un mes, cuando fueron diagnosticados con serios problemas de adicción, principalmente a la heroína. El análisis se hizo a los 5 000 internos de la exPenitenciaría del Litoral, pabellón por pabellón, y estuvo a cargo de médicos especialistas del Ministerio de Salud Pública.
Ese tamizaje determinó que 400 ppl -en su mayoría jóvenes que recién ingresaban-, presentaban graves cuadros de drogadicción. Pero el tratamiento solo se aplicó a quienes firmaron actas de compromiso que, incluso, impedían las visitas durante la fase de desintoxicación.
“En la primera visita, hace un mes a este pabellón, muchos de ustedes, que ya habían firmado su consentimiento para dejar las drogas, me rogaban salir de aquí porque la adicción los estaba consumiendo -les dijo la ministra Zúñiga-. Muchos estuvieron cerca de la muerte”.
Danny, un joven de piel morena y contextura delgadísima, recuerda que la fase más dura fue dentro de los primeros 20 días. No podían mantenerse en pie. Muchos permanecieron en sus celdas, ligados a sueros. No podían ni querían comer. El síndrome de abstinencia les causó fuertes dolores de estómago, huesos, fiebre, diarrea, irritabilidad, insomnio, ansiedad…
“Soy consumidor en recuperación -contó Danny esta mañana frente a algunas autoridades de Gobierno y sus demás compañeros-. Consumo hace cinco años, llegué aquí hace dos meses y le quiero dar un consejo a la juventud: la droga no lleva a nada, solo a la muerte”.
Este pabellón está distanciado de los demás. En las angostas y calurosas celdas, sobre algunas camas, reposan Biblias y manualidades inconclusas.
Para Juan Carlos, lo más difícil de esta recuperación ha sido el olvido de su familia. “Les pido que me perdonen. Por la droga he perdido a mi madre, a mis hermanos, mi corazón está destruido. Pero me estoy recuperando y quiero que vengan a verme”.
La siguiente fase durará seis meses y una vez que consigan el alta regresarán a sus pabellones. Hasta entonces, seguirán con la medicación y atención permanente de médicos generales, psicólogos y psiquiatras del distrito Pascuales, como explicó la viceministra de Salud (s), María Fernanda Andrade. La terapia además se complementa con talleres de manualidades, música, bailoterapia y actuación.
El dúo La Luz nació en medio de un panorama que, al principio, parecía sombrío y sin salida. Este martes brilló en un escenario improvisado en el patio del pabellón, con los parlantes vibrando a alto volumen.
El público, uniformado con camisetas naranjas y pantalones de mezclilla, se reflejaba en las gafas oscuras de uno de estos cantantes. Al ritmo de hip-hop, con un afro alborotado y con un tema inédito, resumió en parte su testimonio -y el de muchos de sus amigos-.
“La calle no te trae nada bueno / deja de andar corriendo, llevándote lo ajeno / Toda enfermedad tiene su cura / sabiendo como tú que estás en la basura / y crees que tu vida está segura / pero luego se te acaba la aventura (…) Pero sácate la soga del cuello…”.