En la imagen se muestra la casa de Napoleón Bonaparte. Allí vivió hasta su muerte, seis años después. Foto: AFP
Michel Dancoisne-Martineau, conocido en Santa Elena como “el cónsul”, lleva 28 años custodiando los terrenos de esta pequeña isla británica del Atlántico Sur donde el emperador francés pasó los últimos años de su vida.
Con motivo del bicentenario del inicio de su exilio (1815), Dancoisne-Martineau ha decidido renovar a fondo la zona de 16,5 hectáreas donde permaneció Napoleón y de la que empezó a cuidarse en 1987.
Antes que él, este puesto lo ocupaba Gilbert Martineau, que Michel, como lo llaman en la isla, conocía por ser el autor de una biografía sobre Lord Byron que había leído durante sus estudios de letras.
Tras intercambiar varias cartas, Martineau lo invitó a Santa Elena y le animó a que fuera su sucesor en la tarea de conservar el legado de Napoleón. Más tarde añadió el nombre Martineau a su propio apellido.
Este hombre de 49 años, que recibe a los turistas en Longwood House, donde Napoleón murió en 1821, lleva mucho más tiempo en la isla de lo que tenía previsto inicialmente, por falta de candidatos pero también porque es “indispensable”, asegura con una sonrisa.
“Con su dominio de la imagen, Napoleón tenía una modernidad sorprendente”, explica Dancoisne-Martineau, y asegura que “ganó su última batalla creando su propia leyenda”.
Su título oficial es el de cónsul honorario de Francia en esta pequeña isla, cuyo aislamiento la convirtió en el lugar de detención preferido de las autoridades británicas. Napoleón estuvo detenido aquí desde 1815 hasta su muerte.
Ahora, coincidiendo con el bicentenario del exilio, Longwood House está siendo renovada con la financiación de la Fundación Napoleón.
“Tengo un producto e intento venderlo”, explica Dancoisne-Martineau mientras su perra Papillon espera a que termine sus tareas de mantenimiento.
La casa donde Napoleón pasó sus últimos años estaba en muy mal estado, como comprobaron los que estuvieron allí en la época.
“Los visitantes que venían a menudo comprobaban cómo se iba pudriendo la casa. Había agua estancada bajo el suelo, agua que caía por las paredes, ratas por todas partes y un olor permanente de moho”, explica.
Para renovarla, 30 muebles han sido enviados a Francia, donde serán restaurados y expuestos en 2016 en el palacio de los Inválidos de París, donde está la tumba de Napoleón. Esta exposición también tendrá algunos de los objetos de lujo que el emperador se llevó a Santa Elena.
Antes, en octubre de 2015, se inaugurarán los llamados “apartamentos de los generales”, donde vivían los compañeros de exilio de Napoleón, que han sido renovados. Aunque se ha respetado la estructura de las habitaciones, el interior servirá ahora para organizar seminarios y acoger a personalidades.
Michel Dancoisne-Martineau está convencido de que la inauguración el año que viene de un aeropuerto en la isla hará llegar a muchos más turistas que los que vienen ahora tras un largo y caro viaje en barco.
“El año que viene, si todo va bien y la administración me apoya, vamos a privatizar la gestión de este edificio”, asegura, con la esperanza de ganar el concurso público.
Por el momento el “cónsul” no tiene intención de abandonar Santa Elena, donde se ha construido una casa como las que los ingleses construyeron para Napoleón cuando ya era demasiado tarde.
“Me gustaría volver a la pintura, que abandoné hace 15 años, y construir casas para huéspedes”, asegura. Mientras tanto sigue restaurando el techo del pabellón Briars, donde el emperador vivió algunas semanas tras su llegada a la isla.