Roxana Cazco.
Corresponsal en Madrid
La crisis económica griega es una realidad, pero ha estado acompañada de rencillas políticas y mediáticas -propiciadas mayormente por Alemania-, que intentan reafirmar la idea de que el país helénico, tanto como España y Portugal es de “los hermanos pobres” de la eurozona.
Grecia ha alejado el foco de atención que pesaba sobre España hasta hace escasos meses por sus acuciantes crisis, mientras que Portugal toma la posta y se convierte en causa de preocupación.
El ‘round’ del Consejo Europeo –celebrado la semana pasada en Bruselas- lo ganó Alemania, el país más reacio a tender una mano a Grecia. La condición de Ángela Merkel de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) sea protagonista de ese rescate y no solo un actor secundario fue aprobada por los 16 países con moneda euro.
El acuerdo fraguado entre Francia y Alemania prevé en primera instancia la intervención del Fondo para financiar un tercio de los créditos, mientras que los dos restantes los facilitaría la Unión Europea, a través de créditos bilaterales, pero solo si es estrictamente necesario y si Grecia lo solicita.
El presidente galo, Nicolás Sarkozy, incluso advirtió que los desembolsos podrían no ejecutarse. “El acuerdo es preventivo y lo ideal es que no tenga que utilizarse nunca”.
De este modo, las tesis que se oponían a una participación relevante del FMI han perdido la batalla. Justamente, el acuerdo prevé una intervención “sustancial” del Fondo y minimiza la idea de que la Unión se vale por sí sola.
Desde que saltaron a la luz las verdaderas cuentas griegas –el anterior gobierno las había maquillado para hacerlas coincidir con las metas exigidas por la UE- Alemania fue la primera en negarse a dar dinero. Según los expertos, la postura de la canciller germana responde a una estrategia electoral frente a las próximas elecciones regionales en su país –en mayo-, tomando en cuenta que el 62% de los alemanes está en contra de ayudar a su vecino.
El rescate europeo se cifra en unos 20 000 millones de euros. Se estima que la deuda griega asciende a 300 000 millones y su déficit es del 12,7% del PIB.
Los préstamos bilaterales necesitarán la autorización del Eurogrupo; serán voluntarios y la cuota se regirá por el capital de aportación al Banco Central Europeo, que en el caso de España es del 8,3%. Fuentes oficiales aseguran que el aporte quedará en un 12%, 2 000 millones de euros.