Cada día son más complejos los problemas que vive el país como consecuencia de la inagotable acción de grupos ilegales, en especial de aquellos que han convertido al Ecuador en un “corredor” para actividades de organizaciones transnacionales dedicadas al narcotráfico.
Durante las últimas décadas la corrupción ha ido minando diversas instancias de la institucionalidad y en años recientes ha cobrado más fuerza, gracias a peligrosas redes dedicadas al lavado de dinero, tráfico de armas, comercio de explosivos, etcétera. No solo la posición geográfica del Ecuador lo ha hecho más frágil y atractivo para esos grupos; se suma la dolarización, que desde su propia dinámica genera vulnerabilidades para el Estado y otorga ventajas a las organizaciones que operan en el país.
Esos factores, agravados por la situación cambiante del conflicto colombiano, el escalamiento de la guerra interna y la influencia cada vez mayor de los carteles mexicanos son, en los últimos tres años, decisivos para que Ecuador se convierta en un, cada vez más importante, centro de operaciones del crimen organizado, como lo revela un informe elaborado por el Grupo de Diarios América y publicado ayer por EL COMERCIO.
Frente a la evidencia de que el país es una zona adecuada para la operación de bandas transnacionales, preocupan las fisuras entre las instancias legales para hacer frente a juicios como el generado por el operativo Huracán de la Frontera, el sicariato en ciudades portuarias ecuatorianas y la constatación de la instalación de laboratorios para procesar droga en las fronteras. Todos estos problemas demandan una respuesta coordinada de las autoridades, antes de que el país constate con mayor rigor las secuelas de la penetración del delito.